e disputará el domingo la gran final manomanista, con la cátedra inclinada un poco a favor de Laso. No oculto, sin embargo, mi predilección por Ezkurdia, de cuya victoria disfrutaría una barbaridad Felipe Araña, lateranense arbizuarra recientemente fallecido y gran seguidor de Joseba. Se espera un llenazo en el frontón Navarra Arena y una audiencia televisiva también impresionante, con una ETB cuya capacidad de innovación técnica, periodística e incluso estética en las retransmisiones merece nuestro reconocimiento y aplauso.

Así descrito, diríase que el panorama asoma frondoso, pero no hace falta ninguna mirada avizora para percatarse de que la realidad es otra. Para constatar que tanto los cuadros de pelotaris como los festivales y las apuestas han menguado durante las últimas décadas de manera alarmante, como lo ha hecho el número de pelotazales que acuden asiduamente a los frontones. La situación de las modalidades de herramienta es aún más languideciente, a pesar del enorme esfuerzo que están realizando tanto la televisión pública vasca como no pocos románticos que luchan por su revitalización.

Ante estas situaciones somos muy dados a realizar sesudos análisis sociológicos que expliquen la deriva. También a la caza incesante de culpables, entre los que siempre destacan la administración pública -sea esta del color que sea- y los gestores de las empresas. No negamos la necesidad de examinar las causas del declive y de reclamar que lo hagan mejor a quienes pueden hacerlo. Pero son demasiadas las ocasiones -recordemos también el pequeño comercio, los productos de nuestros baserritarras o la actividad cultural- en las que nos despistamos tanto que nos olvidamos de peguntarnos qué podemos hacer nosotros mismos. Recuerdo las palabras resignadas de un joven pelotari al que no le renovaron el contrato: si todos los que ahora protestan hubieran venido de vez en cuando a verme, seguramente habría podido seguir jugando. De eso se trata. También de eso.