l fútbol, por suerte, es pasión, ilusión o felicidad; y, por desgracia, también saca lo peor de las personas, como se puede comprobar cada fin de semana. En el pasado, sin ir más lejos, encontramos ejemplos de estas dos caras. Por un lado, observamos lo feliz que puede hacer a un niño, como el joven aficionado que salta al terreno de juego junto a los jugadores del PSV Eindhoven, y, en lugar de ir agarrado de la mano del jugador neerlandés con el que está emparejado, lo hace saludando al público exultante, levantando los brazos y simulando a un futbolista que sale a comerse el césped (seguro que no pudo dormir durante las noches anteriores por estar soñando con este momento). Y, por otra parte, en el lado opuesto situamos el enésimo deplorable capítulo de Cristiano Ronaldo. El portugués, tras perder su equipo, el Manchester United, en el estadio del Everton (1-0), reventó el móvil de un niño, seguidor del conjunto local, cuando se retiraba a los vestuarios mientras este les grababa. Su madre, además, ha denunciado al futbolista por agresión, ya que, según su versión, le golpeó en la mano. Son las dos caras de la moneda con niños como protagonistas. Desgraciadamente, no todo lo que pasa en los estadios es bueno, pero tampoco es que se prodiguen mucho estos actos. Al menos, nos consolaremos con esto.