l comienzo de La Marsellesa pilla al candidato como desprevenido. El tropel de voluntarios que le acompaña en un escenario con forma nada inocente de hexágono sobre tres escalones -rojo, blanco y azul- y las 35.000 personas que abarrotan el pabellón de Nanterre cantan mientras el aspirante se ata el botón de la chaqueta. Él se suma desde el segundo o tercer verso. Poco después pega los labios y emocionado, cierra los ojos mientras la canción sigue hasta el llamamiento a las armas. El candidato, aún sin abrir los ojos, retoma el canto cuando la muchedumbre entona "aux armes, citoyens! Formez vos bataillons! Marchons...". Francia asoma a unas presidenciales cuya incógnita es, según los sondeos, saber por cuánto ganará Emmanuel Macron a Marine Le Pen. Un cada vez menor margen (de 60-40 a 53-47) que tiene en guardia al equipo del presidente, con una campaña lejos de lo que fue. Solo la licencia del sábado en Nanterre en unas elecciones que en Europa son las que más se asemejan a las presidenciales de los EEUU. Los tiempos, de guerra, son otros. Veremos. En dos domingos, Francia debería volver a sorprender por esas coberturas de noche electoral con una nube de motos por París tras el convoy del ganador. Como en el Tour ciclista. Lo que falta por saber es si habrá más sorpresas.