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Mesa de Redacción

Carolina Alonso

La torta

uy mal tiene que estar Will Smith para levantarse del asiento, dirigirse al escenario y pegarle una torta al humorista-presentador de los Óscar. Por malo que sea el chiste y por mucho que duela que aluda a su esposa, parece incomprensible que un tipo que tiene decenas de cámaras fijándose en él por ser candidato a un premio se desmande de ese modo. Es una sucia mancha para un actor que bien se merece el reconocimiento. Sus disculpas posteriores y sus lágrimas reconcilian algo con el Príncipe de Bel Air pero siguen sin justificar una agresión que no se entiende y parece obra de un desequilibrado. El pobre humorista que, haciendo lo que corresponde a su trabajo, se encontró con la mano abierta del bueno de Will debería recibir otro premio porque aguantó con dignidad. Cuando recibimos una torta inmerecida y gratuita, bien sea física o moral, podemos devolverla o aguantar. Y, aunque el cuerpo pida rebotar el golpe, es más civilizado tragar y confiar en que no nos la den otra vez. Por lo demás, el Óscar a la mejor película se ha reservado para un remake de La familia Bélier, una película francesa tierna y original, que tuvo mucho éxito, miles de espectadores y que todos hemos podido ver porque la han puesto en la televisión bastantes veces. Así cualquiera acierta.