n los últimos días me he topado en varios establecimientos con dependientes que llamaban la atención, muy educadamente, a algún cliente al entrar con la jeta al aire: "La mascarilla, por favor". Entonces el tipo paraba y se la ponía. Que no, doble aviso: "La mascarilla, la mascarilla". Ahí la mayoría ya sí, pero también he presenciado el tercer aviso elevando el tono de voz: "La mascarilla, la mascarilla, póngase la mascarilla, por favor". Ahí ya el tipo solo soltó, en un tonito quejoso, un "Ah, pero es que todavía hay que llevarla" mientras sin detener su paso se la ponía. No sé si hay ganas de despelote facial o es que hemos escuchado ya tantas veces el ahora sí que sí, que en Francia ya están a punto (aunque la mantendrán en el transporte), que llevamos un despiste enorme. Tengo la sensación de que, cuando se cumplen dos años de pandemia, mucha gente anda ya relajada porque ha perdido el miedo al contagio sin importarles lo que piensen (o les pase a) los demás. Ayer, Sagardui nos echó a todos un necesario jarro de agua fría diciendo que todavía no toca, que hay que esperar con la mascarilla puesta (al menos en interiores), aunque veremos cuánto tarda el efecto imitación en expandirse por Europa y si va acompañado del efecto rebote. Los efectos, como las olas, siempre son muy traicioneros.