n poema de la Roma imperial incluye el famoso verso mens sana in corpore sano. Lo solemos usar para destacar la íntima relación entre la salud mental y la física. Ahora precisamente esto de mente sana en un cuerpo sano no parece que esté en su mejor momento. La salud del cuerpo antes la teníamos más o menos controlada, pero con la aparición del covid, la cosa ha empeorado. Gracias a la ciencia, la responsabilidad de la mayoría y el esfuerzo de la sanidad pública, estamos mucho mejor aunque el hartazgo con la situación nos impida verlo. No podemos decir lo mismo de la salud mental. Los datos y los expertos nos hablan de un aumento muy significativo de los trastornos mentales. La ansiedad, la depresión y los trastornos del comportamiento afectan cada vez a más personas a causa de la pandemia. Antes de 2020 tampoco es que la situación fuese para echar cohetes. El covid puede que haya sido la gota que ha colmado el vaso de aquellos que ya sufrían otros males de nuestra actual sociedad. La soledad no deseada, o las situaciones de incertidumbre sobre el empleo, la vivienda o el pago de las facturas, le vienen amargando a más de uno la existencia de lunes a domingo. Entre los que no sufrimos esas angustias, tampoco somos inmunes al malestar emocional que nos genera la obligación de ser felices y sonrientes siempre, tener éxito, no envejecer, contestar todos los mensajes, hacer deporte, comer sano, viajar... hasta parecer pollos sin cabeza. El que escribe esto el primero. Así pues, me sumo a la petición de más recursos para la salud mental, así como para mejorar la eficiencia de las políticas sociales que hagan que vivir no duela tanto. Para los que afortunadamente tenemos problemas de ricos nos vendría bien recordar otro de los versos del mismo poema romano que nos invita a "pedir un alma... que no sepa de ira y esté libre de deseos".
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