chando la mirada atrás, parece una eternidad el tiempo transcurrido desde que salíamos a los balcones a aplaudir a los sanitarios. Han sido 18 meses de zozobra y sobresaltos que nos han cambiado la vida, hasta casi acostumbrarnos a las limitaciones y precauciones ante un peligro latente que podía afectarnos gravemente en la salud y hasta en la propia supervivencia. Ahora toca convencernos a nosotros mismos de que estamos a punto por recuperar la normalidad, la vieja o la nueva normalidad.

Ha sido el Gobierno de Nafarroa el que ha dado el paso adelante anunciando la buena noticia, el nuevo ciclo, la vuelta a los tiempos previos a la pandemia, poniendo fin a las restricciones en base al decrecimiento de afectados por el virus y la protección colectiva de la vacunación. Un paso valiente y arriesgado que la presidenta foral María Chivite ha dado antes que ninguna otra autoridad autonómica, aunque ahora se prodiguen los codazos por imitarle o, por lo menos, no quedar como lastre en esta euforia colectiva que parece haber sobrevenido a pesar de la indudable y tenaz presencia del covid-19.

Estamos en plena carrera por poner fin a las restricciones, en ensanchar los aforos hasta reventar los estadios, retornar a las noches sin final, acodarnos en las barras de los bares y pasar página de año y medio perdidos. Eso sí, como reminiscencia de la pandemia y como reconocimiento de que no lo tenemos del todo claro, se mantiene simbólicamente la mascarilla y alguna que otra precaución por si llega la sexta ola.

Personalmente me parece adecuado ir aflojando gradualmente, siempre de acuerdo a los datos y con todas las precauciones que requiere un agente nocivo tan peligroso como el coronavirus. Más aún, espero y deseo que los expertos sanitarios anuncien que la pandemia ha sido superada y que el covid-19 sea un virus más de los millones que nos acechan y complican nuestra salud. Aplaudo a la presidenta de Nafarroa que ha dado por superada la pandemia, al menos en la Comunidad Foral que gobierna, porque supone una bocanada de aire fresco tras tantos meses de desaliento. Y ojalá su anuncio sea correspondido con una conducta responsable por parte de la ciudadanía. Con más cautela procede el Ejecutivo vasco, que aun reconociendo la evidente mejoría de los datos globales, sigue reacio a dar más pasos adelante que los ajustados al criterio del LABI, habitualmente basado en la máxima prudencia. En cualquier caso, de la reunión del martes se espera una relajación de las restricciones si antes no irrumpe el juez Garrido con la rebaja.

Ya iremos viendo si la apertura hacia la normalidad se corresponde con la mejoría sanitaria. No me cabe duda de que la vacunación masiva ha sido el bálsamo que ahora nos permite volver a nuestros hábitos familiares y sociales, pero no debemos perder de vista que el bicho es mutante, que resiste mejor en la época invernal que se acerca y que ha demostrado ser muy peligroso.

Muy posiblemente esta pandemia nos ha vuelto más cautos y, si la autoridad competente anuncia el relajo, más nos vale estar bien atentos y guardar un adecuado comportamiento personal y colectivo para evitar el riesgo. No estaría de más que en su momento demostremos que la pandemia nos ha dejado como herencia una mayor preocupación por los hábitos saludables y una mejor organización de la sanidad pública. Esta rectificación de la conducta colectiva siempre será mejor herencia que el botellón, modelo descontrolado de ocio refundado y exaltado durante la pandemia. Sólo nos queda esperar, atentos y cautelosos, para no caer en la frustración.