Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Eduardo Iribarren

Vacunas

estas alturas de la pandemia, la libertad de vacunación gozaría de la misma protección legal si en vez de personas mayores las víctimas mortales hubieran sido niños? ¿O si en lugar de este virus se hubiera expandido otro que enviara al hospital a los infectados en una cantidad inversamente proporcional a la del covid-19? Le ha costado, pero el debate sobre los límites de la voluntad personal para someterse al pinchazo se ha abierto en canal ante la incontestable realidad de que, ahora mismo, la inmunización es la única alternativa para detener al virus, salvar vidas, evitar los ingresos hospitalarios y recuperar la normalidad social y económica. Según los expertos, las características de las nuevas variantes sitúan el porcentaje de población a vacunar para la inmunidad de rebaño en el 90%, un listón que en Europa parece inalcanzable mientras tanta gente se niegue a pasar por el vacunódromo. Hasta ahora, este asunto se ha enfocado desde la condescendencia con los negacionistas, a los que se está permitiendo abusar de la libertad mientras socializan las consecuencias de su actitud insolidaria e irresponsable. Pues igual es hora de invertir el enfoque y pensar en cómo evitar el riesgo de la transmisión del virus entre las poblaciones de riesgo, mayores y enfermos principalmente, pero también entre la gran mayoría de los que se han vacunado en beneficio de la salud de todos. En sitios como Francia o Italia ya se están tomando medidas.