n Navarra, entre los presentados a la EVAU, o como le llamen en la siguiente reforma educativa que, seguro, ya estará alguien pergeñando, el 98,35% ha aprobado. En el País Vasco la nota ha sido muy distinta: ha suspendido el 1,65%. Ni Bashar Háfez al-Ássad, el sirio, obtuvo tal éxito, pues apenas lo votó el 95,19% de sus paisanos. Es más probable que Leo Messi falle un penalti que pencar la Selectividad. No se trata de una boutade, sino de una realidad porcentual. Hay más posibilidades de encontrarte con una ex en Madrid que de catear la famosa ristra de exámenes previa a la universidad.

Me hago cargo de que subrayar -o denunciar- estos datos solivianta a medio mundo y de paso al otro medio. Muchos chavales con un siete se sienten minusvalorados. Muchos chavales con un cuatro se sienten humillados. Muchos profesores con estrés se sienten despreciados. Muchos progenitores se sienten ofendidos, tanto si su prole al parecer subestimada ha aprobado como si su prole por lo visto ultrajada ha suspendido. El enfado, además, se multiplica por los lazos laborales, familiares y sociales. Basta tener un amigo cuyo alumno ha fracasado o una hermana cuya hija ha destacado para que aumenten las opciones de que hoy no te saluden: estás desdeñando el esfuerzo de todos ellos. Aunque sin duda los más cabreados serán los correctores: "¿Qué piensa, que no hacemos bien nuestro trabajo?" El 98,35% quizás concluya que soy imbécil.

Así que me despido disculpándome a diestro y siniestro, no sin antes preguntar con ánimo constructivo si esa tediosa prueba sirve en verdad para algo. O sea, fuera mascarillas. Y feliz verano.