En un artículo de opinión reciente se ponía de manifiesto que existe una sibilina intención de dar protagonismo a las fuerzas armadas y cuerpos policiales en detrimento de los organismos civiles, que son los que tienen la responsabilidad de dirigir la gestión de la sociedad. Señala cómo en Tudela le parece natural a la población que el ejército patrulle las calles. Que en Donostia se detenga al menos a 30 personas por desobedecer órdenes de enclaustramiento o que la Er-tzaintza avasalle a un ciclista por ir en bicicleta a trabajar. El SUP publica en Twitter un relato en el que un policía se encara con la parlamentaria Bakartxo Ruiz. "Si no vas a aportar, aparta", tratando hacer un pareado. Es sintomático que se vean imágenes de la tropa patrullando en Bilbao, Donostia o Barcelona. Llama la atención el protagonismo diario del Jemad que aparece en rueda de prensa uniformado para dar cuenta de la UME limpiando y regando las calles, pertrechados con armamento. Aporta un estilo cuartelero en actitud pretendidamente campechana, con el latiguillo "sin novedad en el frente". Esa lluvia fina imperceptible que va calando en los acontecimientos constituye un síntoma de que se están proyectando otros objetivos, intentando controlar el deterioro de la monarquía, poner orden en la deriva independentista catalana, avisar a la vasca y potenciar el nacionalismo español que está siendo menoscabado por jueces y tribunales críticos de la UE. Ya hace muchos años que el general Manuel Diez Alegría, prestigioso militar pacifista, afirmaba en una conferencia: "En caso de alerta, lo fácil es sacar el ejército a la calle. El problema es volver a meterlo en los cuarteles". La tradición española en este sentido es históricamente muy acreditada como para tomárselo a beneficio de inventario, como jalean prestigiosos y bien retribuidos periodistas en las tertulias en tiempos revueltos como los actuales.