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Acerca del periodismo ambiental

Nunca viene mal hacer un poco de historia. Y lo que voy a comentar en este artículo tiene que ver con la evolución que ha tenido la información ambiental y con el Premio Periodismo Ambiental 2019 que por primera vez ha instaurado la Asociación Vasca de Periodistas (APA) y el Colegio Vasco de Periodistas (EKE), y que ha recaído en mi persona.

Volviendo a unos cuantos años atrás, concretamente a las décadas de los setenta y ochenta, el periodismo ambiental era casi una utopía. No porque no existieran ya profesionales convencidos de la necesidad de informar sobre las cuestiones relativas a nuestro entorno, aunque no muchos, sino por la falta de confianza de los medios de comunicación en este tipo de noticias e informaciones ambientales.

Por aquel entonces, la casi única fuente de información ambiental existente procedía de los grupos ecologistas, que con la mejor intención posible se dedicaban a denunciar la nefasta situación medioambiental existente, y los medios de comunicación se hacían eco de ella.

Recordando aquellos tiempos, conviene decir que en estos días -hace 50 años- tuvieron lugar los asesinatos por parte de la policía franquista -Policía Armada-, de los vecinos de la localidad vizcaína de Erandio, Josu Murueta y Antón Fernández, al calor de las masivas movilizaciones que tuvieron lugar contra la contaminación atmosférica, bajo el grito de “Fuera el gas”. La noche del 28 de octubre de 1969 marcó un hito en la historia reciente del País Vasco, al convertirse en escenario del germen de las movilizaciones vecinales, en pleno franquismo. El contexto histórico y la crudeza con la que se desarrolló la primera gran protesta ciudadana provocaron que aquella revuelta que explotó en pleno franquismo quedara grabada a fuego en la memoria colectiva.

En los últimos años, el periodismo ambiental ha dejado de ser un periodismo emergente para convertirse en una especialidad informativa cada vez más consolidada. Hoy en día nos encontramos con profesionales y periodistas capaces de difundir una información ambiental con rigor, contrastada, comprensible, contextualizada y basada en datos científicos.

Otro aspecto a reseñar, es que las innovaciones informáticas han generado un nuevo abanico de fuentes. Y las bases de datos relacionados con el medio ambiente, son cada vez más. En este sentido, cabe decir, que Internet y las nuevas tecnologías de la información están suponiendo un cambio revolucionario en el panorama informativo mundial.

La utilización de estos nuevos recursos expresivos está favoreciendo que las audiencias más familiarizadas con estos nuevos modelos de socialización (niños/as y jóvenes) se sensibilicen ante los problemas ambientales. Internet y las nuevas tecnologías han ampliado las fronteras de la información ambiental, permitiendo visiones de lo local a lo global. Las enormes posibilidades de difusión, así como sus capacidades expresivas (multimedia) y participativas hacen de estos nuevos medios los escenarios idóneos desde los cuales difundir estas cuestiones.

Pero también, conviene decir, y aquí creo que está el meollo de la cuestión, tenemos un mayor acceso a la información, pero también un volumen de datos que nos puede confundir, incluso datos falsos procedentes de un mercado de la información en el que cuesta distinguir la paja del trigo. En este sentido, es fundamental, en mi opinión, desarrollar un espíritu crítico e independiente, y no dejarse instrumentalizar.

“Sois unos catastrofistas”. A los periodistas ambientales se nos ha acusado de forma obsesiva de catastrofistas, pero, analizando, por ejemplo, la crisis climática -el mayor desafío ambiental que tiene la humanidad actualmente-, no parece que hayamos caído en un catastrofismo reiterante. Muchas de las predicciones realizadas se van confirmando por la realidad de los hechos.

Ahora bien, sí que en ocasiones la cobertura mediática de los medios de comunicación de las noticias relacionadas con el cambio climático al abordar algunos fenómenos como huracanes, inundaciones, etcétera, se ha limitado a informar del parte meteorológico y a describir los daños producidos, omitiendo cualquier referencia al calentamiento global y su conexión con la recurrente superación de máximas históricas. De ese modo, se incurre en una nociva disociación entre el desarrollo actual de estos fenómenos, que presenta a la naturaleza como algo extraño, ajeno, incluso enfrentado a la condición humana, y el impacto que tiene el cambio climático en el agravamiento de estos episodios.

No es cuestión de simplificar un hecho complejo atribuyendo el origen de los sucesos extremos al cambio climático, pero sí de mencionar aquello sobre lo que existe evidencia: el nexo entre estos y las incesantes emisiones de gases de efecto invernadero.

Hacer frente al calentamiento global requiere transformaciones de dimensiones titánicas. Con todo, la acción política no es suficiente. Por lo que vincular lo que hasta ahora conocemos del cambio climático al contexto inmediato de los sucesos puede ayudar a reconocer la prioridad y urgencia del problema, el impacto que ya tiene sobre nuestras vidas, y la responsabilidad compartida entre los Gobiernos, las empresas y las y los ciudadanos al nivel que le corresponde a cada cual.

Y siguiendo con la crisis climática, muchas personas nos preguntamos: ¿Estamos a tiempo de revertir el daño que le estamos infligiendo al planeta? El diagnóstico oficial es que hace ya mucho tiempo que es demasiado tarde, pero mantengo que todavía estamos a tiempo, siempre y cuando modifiquemos las conductas que tienen como propósito la reconciliación con la naturaleza.

Hay un cuento de José Saramago que narra la historia de unas termitas que excavan pequeñas galerías en la madera de la silla en la que se sentaba un dictador. Tras mucho esfuerzo y complejos cálculos logran que la pata de la silla se rompa, de forma que el dictador se golpee contra un pico y muera. La caída del dictador parecería fruto del azar y en los relatos oficiales del suceso nunca se reconocerá el anónimo, desinteresado y sacrificado esfuerzo de las termitas que han sido quienes han hecho posible el cambio.

La historia enseña que las transformaciones sociales que permitieron en el pasado formidables logros emancipatorios fueron posibles porque hombres y mujeres se movilizaron por valores que daban sentido a su vida. Las movilizaciones mundiales por el clima que se han sucedido en los últimos meses, con más de 5.000 manifestaciones y concentraciones en más de 156 países, con millones de personas de todas las edades en las calles, permiten pensar que muchísimas “termitas” están dispuestas a hacer frente a la inacción climática.

Es ya evidente que hay un número creciente de personas anónimas que han sabido leer, o al menos intuir, la gravedad de la crisis climática. Estas personas empiezan a abandonar el papel de espectadores de la crisis y exigen a los gobiernos actuar ya.