Este sábado, 8 de diciembre, se cumplen 20 años del asesinato de Aitor Zabaleta. Cada vez que recuerdo lo sucedido aquel día, que tuve que contar a través de las páginas de Deia -periódico para el que trabajaba entonces-, me corre por el cuerpo un desagradable escalofrío. Y más sabiendo que su asesino, el ultraderechista Ricardo Guerra Cuadrado, campa ya a sus anchas por las calles al gozar de un régimen de semilibertad. Los vergonzosos incidentes de Buenos Aires, con motivo del derbi River-Boca que debe decidir el campeón de la Copa Libertadores, también me han traído a la memoria el doloroso y, por desgracia, inolvidable episodio ocurrido a orillas del Manzanares que acabó con el aficionado de la Real. La violencia en el deporte no se va a extinguir mientras no nos esforcemos en educar a nuestros txikis y los que les acompañamos no seamos conscientes de los valores que se deben fomentar en los recintos deportivos. Aún se viven discusiones, insultos... en campos o polideportivos que se tienen que atajar a la mínima expresión. En una semana tan emotiva como esta, en la que Aitor Zabaleta será recordado por los realzales, no estaría de más que reflexionáramos también sobre esta cuestión. Salvajadas como la que sufrió el seguidor txuri-urdin no tienen que volver a producirse. Aitor, beti gogoan!
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