Lo malo de hablar ex cátedra es que las meteduras de pata suelen ser antológicas. La infalibilidad es solo patrimonio del papa, todos los demás corremos el riesgo de equivocarnos y es de personas e instituciones sensatas, rectificar. La sentencia sobre La Manada ha provocado una reacción multitudinaria de rechazo en la sociedad por el fondo y la forma en que ha sido formulada. Inmediatamente las asociaciones de jueces y fiscales han reaccionando corporativamente amparando el dictamen de los tres magistrados firmantes de la sentencia, calificando la reacción ciudadana de exagerada y de “turba enfervorizada”. El respeto y acatamiento de la sentencia no significa conformidad ni aquiescencia con los argumentos y razonamientos que se exhiben, por eso existe la vía de los recursos. La reacción de la sociedad debería llevar a sus señorías a recapacitar y analizar si algunos de sus posicionamientos no son anticuados, patriarcales, machistas e injustos. Su obligación es impartir sentencias justas y, en caso de duda, contrastar sus opiniones con profesionales especializados. La pasividad de la víctima de La Manada ha sido decisiva para los jueces a la hora de calificar el delito como abuso en lugar de violación, o incluso en el caso del voto particular “ambiente de jolgorio y regocijo”. Ayer 1.800 psicólogos y psiquiatras colegiados suscribieron una carta en la que manifiestan “profundo y enérgico rechazo” a la sentencia. Explican que es “común una respuesta de inmovilización cuando no es posible luchar ni huir”. Y que, en una situación así, “no tiene sentido plantear la cuestión del consentimiento o la resistencia, ya que esta capacidad estará anulada dada la magnitud de la amenaza”. Además piden que el foco no se ponga en la víctima porque de esa forma ahondan sobre los efectos del impacto traumático. Con planteamientos judiciales así, “lejos de ayudar a la salud de la víctima y al propósito de la justicia, consideramos que esto solo consigue culpabilizar a la persona agredida, retraumatizarla y revictimizarla”.