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¿Por qué no te callas?

No soy muy de reyes, la verdad, pero Juanito me caía bien pese a sus deslices con la escopeta. Elefante arriba, elefante abajo, se puede decir que tenía carisma y era salau. Digamos que conectaba con la peña, tan campechano él. Compramos barco. Sin embargo, al nuevo, el alto de barba (altza Felipe trulalai), no termino de cogerle el tranquillo. Tan recto y formado, ha despertado en mí un sentido crítico que no les sabría explicar... Vamos, que no le veo un pase al chico. De hecho, empiezo a creer que soy republicano. Aun así, sin apenas darme cuenta, les pongo a mis hijos películas que alimentan la magia de la sangre azul, con princesitas de cintura estrecha, bellas mujercitas que anhelan cazar al príncipe como principal aspiración en la vida. Lo normal: el cuento de la Cenicienta. Hasta que un día te encuentras en la tele a una concursante que asegura en prime time que tiene un físico como para que la “mantenga un hombre”. A tomar por saco. Digo yo, que cuando se haga vieja, más devaluada que un bolívar, asumirá que su macho-mantenedor la deje tirada por otra más guapa. Y me pregunto, de paso, qué leches estamos haciendo para que el 27% de los jóvenes considere que la violencia de género es “normal” en las relaciones de pareja. A mí, de todos modos, qué puñetas me importa y... ¿por qué no me callo?