Síguenos en redes sociales:

“Balas mágicas”

Aprincipios del siglo pasado la salud del hombre estaba en manos de los científicos. Su principal preocupación era la “atroz trinidad” que azotaban al mundo: la tuberculosis, el alcoholismo y la sífilis, que parecían incurables. Entre sus víctimas estuvieron Anton Chejov, Katherine Mansfield y Franz Kafka. En 1907, el investigador silesio Paul Ehrlich descubrió el anticuerpo o “bala mágica” que puso fin a la plaga de las enfermedades venéreas que además suponían un estigma moral. Ehrlich logró en su laboratorio 606 sustancias o “balas mágicas” que acabaron con ellas. Un siglo después, en 1995 se creó la Agencia del Medicamento (EMA), organismo descentralizado de la UE que se encarga de la evolución, autorización y comercialización de los nuevos medicamentos. Es un polo de atracción del sector farmacéutico y científico, con un millar de eurofuncionarios, un presupuesto anual de 300 millones y receptor de 36.000 visitantes anuales. La ciudad favorita para acoger la EMA era Barcelona, pero finalmente ha quedado eliminada en el primer descarte. Inmediatamente, los sectores políticos enfrentados en Catalunya se han responsabilizado del desastre. Puigdemont ha dicho que el culpable del fracaso ha sido el artículo 155, acusando al gobierno Rajoy de “encarcelar a líderes civiles y a la mitad del Gobierno legítimo, forzando al exilio a la otra mitad. El 1 de octubre Barcelona era la favorita, ha dicho, pero con la violencia y el 155, el Estado la ha sentenciado”. En el sentido opuesto se han pronunciado la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat que ha responsabilizado a los independentistas de “remar en otra dirección”. En la misma línea se han pronunciado García Albiol, Alfonso Dastis, Martínez Maillo, Javier Maroto y Albert Rivera, que ha subido el tono. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau ha dicho que “ni la DUI, ni el 155 han ayudado y menos, que ahora nos acusemos unos a otros”. Y digo yo, que tal vez nos fuera mejor si los medicamentos se los quitáramos a los políticos y se los devolviéramos a los científicos.