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Local y global

Un miembro de la Asociación “Vía Campesina” Indonesia decía en la televisión internacional “Arte” que la producción de alimentos en su país venía de la época colonial. “Producimos para el mercado mundial y no para nosotros”. También, un representante argentino de la Asociación “GRAIN” -Asociación que lucha para que pequeños agricultores tengan acceso a la tierra para producir alimentos- decía lo mismo. En Argentina se cultiva soja GM para las granjas de producción de carne. Mientras, 80% de la malnutrición en niños se da en los países que abastecen el mercado internacional. En Euskal Herria producimos muy poco y la comida viene de ese mercado. El Decreto foral que regula las subvenciones en la actividad agraria ecológica (medidas agro-ambientales) dice que las mismas se acaban a los 65 años, medida totalmente desconocida en el mundo agrario y ecológico. El Consejo de Agricultura ecológica en la CAV no sabe nada. Esta medida no existe en ganadería lo que hace más difícil su comprensión. ¿Cómo se decide en la CAV el futuro de las explotaciones y de las personas? Un ganadero sigue cobrando las subvenciones después de los 65 años; un productor de fruta ecológica no y tiene que cerrar la explotación. Tal vez la ley no lo dice así, pero es el resultado de lo que la ley dice.

Proyectos locales que aprovechan los recursos naturales del caserío para producir alimentos de calidad, es la respuesta a la dependencia alimentaria que sufrimos en Euskadi y ayudaría a crear un sistema mundial más justo. Es también la respuesta a la falta de futuro en los caseríos y serviría, además, para impulsar las economías locales. Las estructuras sociales y de poder en el mundo rural, y los intereses y privilegios en el reparto de las subvenciones no permiten el desarrollo de un verdadero cambio. La “soberanía alimentaria” no se crea mirando para el otro lado para no perder privilegios cuando se cierran explotaciones ecológicas, sino defendiendo por igual los derechos de todos.

Es evidente que los catalanes están incómodos en su estatus actual dentro del Estado. Es evidente que los catalanes llevan tiempo queriendo jugar un rol internacional más acorde con su predisposición innata, con su personalidad histórica, con sus capacidades y con sus deseos. Es obvio que el texto constitucional del 78 no es una garantía de estabilidad democrática en la actualidad, y que hay que realizar en él reformas en profundidad. Es relevante que la estulticia, el “tancredismo”, la marrullería y la prepotencia centralista han colmado la paciencia de la nación (nacionalidad, en versión oficialista) con mayor espíritu cívico crítico, con mayor tensión creativa interna, con mayor energía y entusiasmo en sus movilizaciones y en sus planteamientos, con mayor fe en su equilibrio y su ordenamiento social, que hay actualmente en este Estado políticamente deslavazado y emocionalmente unido por la pasión futbolística. Este Estado al que los forofos llaman “La Rioja”. No, perdón, “La Roja”, se me había olvidado.