Cuando Sortu gobernaba San Sebastián, decidió ampliar hasta el límite la macro operación urbanístico-especulativa de Amara Viejo-San Bartolomé, que, con su concurso estaba suponiendo la destrucción de edificios y elementos histórico artísticos, y sustituyendo las laderas ajardinadas del Cerro por viviendas de lujo y carreteras, degradando la configuración tradicional del barrio, su carácter y su calidad de vida. Esta nueva fase reemplaza el convento de San Bartolomé por un hotel (en lugar de las viviendas previstas), y va a vaciar el Cerro para implantar un centro comercial de 8.000 metros cuadrados según Sortu necesario para atraer a las grandes firmas internacionales que no cuentan con locales de grandes dimensiones para establecerse en el núcleo de la ciudad.

También fue Sortu, quien en el corazón del conjunto histórico del puerto pesquero (símbolo y paradigma de la historia y el modo de vida tradicional de la ciudad), propuso implantar un bloque “moderno” de 16 viviendas y convertir el Portaaviones en un centro de hostelería y parque temático enfocado al turismo.

Y fue Sortu quien desprotegió 90 de los edificios históricos más valiosos y representativos de la ciudad con objeto de obtener las correspondientes comisiones inmobiliarias. Así desaparecieron Villa Torregrosa, y las villas de Ondarreta Txomin y Kanimar, Argi-Alde, Villa Bilbao, el edificio de Miracruz 19, etc... y por poco le ocurre lo mismo el teatro Bellas Artes, al que Bildu-Sortu rebajó su grado de protección para satisfacer los intereses de la compañía propietaria.

Que ahora Sortu denuncie “el fomento de la masificación del turismo y la pérdida de las señas de identidad de la ciudad” y que San Sebastián “se esté quedando en manos de las transnacionales capitalistas y sus espacios siendo reordenados y diseñados con el único criterio de aumentar la ganancia de capital y promover el consumo”, cuando fue el alcalde Izaguirre de Sortu el que provocó, como pocos alcaldes antes, la destrucción de edificios y espacios protegidos, e intensificó la colmatación urbana de un más que saturado centro histórico, devaluando su valor cultural. su habitabilidad y belleza, resulta de una hipocresía y un cinismo inaceptables.