Hace años le escuché al periodista y presentador Jesús Quintero, El Loco de la Colina, en un programa radiofónico: “Una mitad del planeta muere de hambre y la otra de colesterol”. Y es verdad. Nuestro mundo es un mundo desconcertante: la mitad vive sumido en el más espantoso subdesarrollo, y la otra mitad tiene graves problemas de salud por excesiva alimentación.
Vaya mezcla explosiva de injusticia: hambre y colesterol juntos. Y sin duda, esto puede llevarnos a la ruina y a la deshumanización. Con esta dramática situación no podremos tener un mundo en paz, el Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio marítimo, en un campo de tragedia y estupor. Ante esta situación de injusticia, los gobiernos de Europa, como la ONU, UNESCO, OMS, etc? deben seguir reaccionando con clarividencia y valentía para que estas situaciones injustas cambien radicalmente y la gente más pobre pueda empezar a vivir con dignidad.
En el mundo desarrollado, aunque nos haya tocado fuertemente la crisis económica y la corrupción, no pocas veces nos quejamos de vicio y no sabemos valorar suficientemente lo que poseemos. La clave sigue siendo compartir con los países pobres nuestra riqueza, facilitándoles los medios necesarios para que puedan ser ellos mismos los artífices de su propio desarrollo.