Españolicemos a los alumnos” (sic). Así se manifestaba el exministro de Educación, José Ignacio Wert, de infausta memoria y dislate total en su recorrido, en sede parlamentaria hacia algunos años. El exministro Wert miraba a Cataluña y quizá, lo más seguro, hacia algún otro sitio. Su objetivo era claro. El PP, con la mayoría política aplastante de la que disponía y emborrachado en sus percepciones, decidió asumir, centralizando en una política jacobina donde las hubiera, e intervenir como elefante en cacharrería en la elección de la lengua vehicular y en la concreción de los contenidos curriculares a impartir a los alumnos y futuros ciudadanos. Así, la existencia de una pluralidad de identidades culturales y lingüísticas en el seno del Estado español se convertía en objetivo de caza mayor. La Lomce fue el ejemplo paradigmático de lo que no se debe nunca jamás hacer y menos en un tema tan delicado y crucial como es la educación. Dislate monumental y despropósito lamentable que actualmente, con el cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso de Diputados de España, se intenta desmontar, neutralizar y reencauzar. Una vez dedicadas unas líneas a lo que nunca debió de ocurrir, a lo que la prepotencia y soberbia mal disimulada convirtió en el avasallamiento impudoroso del sentido común y la invasión flagrante de las competencias vascas exclusivas con respecto a la educación emanadas del Estatuto de Autonomía en su artículo 16 título I -”De las competencias del País Vasco”-, trasladémonos a otros focos de reflexión cara al futuro que dejen atrás el muy burdo, triste y reciente pasado de la imposición partidista, absurda e innecesaria.
Estamos hablando de una cuestión, la de la educación, en la que tendríamos que remar a la vez y en la misma dirección, aunando esfuerzos, concitando adhesiones, sumando, integrando, detectando los problemas, llenando de soluciones las lagunas, mejorando lo mejorable, criticando lo criticable y actuando siempre con espíritu de mejora y de continua innovación. Con actitudes constructivas. Con siembra de diálogo, pacto y acuerdo. Existen cuestiones de fondo sobre los que sí procede debatir sosegadamente, reflexionar sobre qué se pretende con la educación, qué tipo sociedad la propone y se propone, cuáles son los valores dominantes y cuáles entendemos que deberían de ser los válidos del futuro, qué escuela proyectamos, qué perfil de alumno y clase de ciudadano, procede reflexionar sobre valores de convivencia y respeto, procede expresarse sobre el malestar docente, sobre la diversidad del alumnado y su tratamiento específico, sobre la controvertida disciplina en las aulas, sobre las técnicas de resolución de conflictos, sobre el acoso escolar, sus impotencias, angustias y un muy largo etc.
Urge una lectura más compleja de la situación actual del mundo educativo y ello desde las responsabilidades compartidas. Hoy en día un aula de la ESO no sólo está llena de adolescentes sino que es además fiel expresión de muchas de las contradicciones que como sociedad vivimos. Existen ciertamente problemas de docencia, y de todo tipo, en nuestras aulas. Hoy hay auténticos quebraderos, ciertos, constatables, objetivos, preocupantes, de transcendencia cara al futuro, problemas acuciantes y verdaderos en el aula. Pero hay algo que no puede ser. No puede ser que cada vez que haya cambio de partido político se ponga todo patas arriba. El ministro Wert estuvo desafortunado en su máxima expresión, desacertado al extremo en las formas y en el fondo. Proponía una reforma educativa espejo de un impulso político-ideológico-jacobino-reaccionario, pretendiendo centralizar materias, contenidos y evaluaciones, ignorando hasta el desprecio absurdo a los agentes educativos concernidos despreciando con arrogancia mal contenida la consideración de competencias al respecto de Euskadi y sus instituciones. Dislate total. En vez de hincar el diente a los problemas con espíritu respetuoso, consensuado, dialogado y progresista en un estado plurinacional y pluricultural se pronunció puerilmente por una españolización que quizás ni el mismo entendió nunca en qué consistía dado su afán desmedido de protagonismo impropio. Aquel Florido Pensil de tiempos felizmente pasados no debería haberse intentado reimplantar tan alevosamente.
Mientras, el TSJPV ha anulado tres artículos del Currículo vasco de Educación Básica, dando la razón en parte a la Abogacía del Estado. El Decreto 236/2015 por el que se establece el currículo de la Educación Básica y se implanta en la Comunidad Autónoma del Pais Vasco fue aprobado en diciembre de 2015. Ante este Decreto, la Abogacía del Estado presentó recurso contra esta norma en junio de 2016. Posteriormente el Gobierno Vasco solicitó la inadmisibilidad del recurso argumentando un conflicto de competencias planteadas por el Gobierno Vasco contra determinados artículos de un Decreto estatal en materia de Educación. Y este último 19 de junio la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJPV estima en parte el recurso y anula tres artículos (los tres que hacen referencia sobre la estructura en ciclos, programas de mejora de aprendizaje y del rendimiento y la integración de materias en los cursos de la ESO) aunque mantiene otros siete y un Anexo que también estaban impugnados por la Abogacía del Estado. En fin, alguien tendrá que reflexionar del por qué la Abogacía del Estado recurre una y otra vez a normas y Decretos emitidos por el Gobierno Vasco en temas de Educación. Alguien podrá deducir que el tan torticeramente manido retintín por parte de algunos sindicatos y agentes educativos y sociales sobre la supuesta genuflexión reiterada del Gobierno Vasco ante la Lomce no casa muy bien con la actitud de la Abogacía del Estado. Alguien tendrá que aceptar que identificar Heziberri 2020 con la Lomce con txapela no responde a la realidad, no se ajusta a la verdad. Alguien tendrá que aceptar que mantener la manida e interesada acusación de sumisión del Gobierno Vasco con Madrid en temas de Educación rema en dirección errónea y equivocada. Alguien tendrá que ser más honesto/a. Reconózcase, es un honesto acto de justicia y que responde a la realidad por ser cierto y verdadero, que el Gobierno Vasco desde el mismo comienzo se posicionó contra la Lomce y el intento de que fuera impuesto en Euskadi. Hay pruebas numerosas y fehacientes de ello.
Yo soy de los que opino que en Euskadi el Pacto en la Educación es necesario e imprescindible, es demanda de la sociedad, y debe sustentarse, consensuarse y acordarse con la comunidad educativa y sus agentes. Pacto que culmine en una nueva Ley de Educación consensuada e integradora y que dé respuesta a las nuevas demandas y necesidades. Pacto y Ley en consonancia con las competencias que nos corresponden en virtud del Estatuto de Autonomía de Gernika. Y ello, porque la educación, en su más amplia acepción del término, es bien común inestimable que como tal debe ser preservado, que está en continua evolución y que debe anclarse en la sociedad a la que sirve en clave de acuerdo. Y que obliga, desde el principio de realidad y responsabilidad, tanto al Departamento de Educación del Gobierno Vasco como a todos los agentes educativos a una lectura y reflexión compartida y responsable de cómo avanzar preservando lo bueno que tenemos, que es mucho, y avanzar y mejorar sin pausa. Insisto, principio de realidad y de responsabilidad. Insisto también, honestidad, diálogo sereno, constructivo y responsable. Toca ya. Pacto Educativo y Ley de Educación para el conjunto del Sistema Educativo Vasco. Es hora de ello. Sin excusas.