Hay una frase hecha, que es muy recurrida por la clase política, llevándose la palma el gallego Mariano Rajoy. El axioma dice: “¿Dónde vas? Manzanas traigo”, que es el equivalente de eludir respuestas, esquivar responsabilidades, o simplemente confirmar que no sabe, no contesta. El contenido de la rueda de prensa ofrecida por la hondarribiarra Cristina Uriarte, consejera de Educación, tras el demoledor informe PISA 2015, me pareció un claro ejemplo de ir a por manzanas o a por cualquier otra fruta, en vez de dar una respuesta seria a los motivos de la debacle. Reconozco su valentía en dar la cara inmediatamente, su autocrítica sin disimulo, y sobre todo su promesa de análisis en profundidad y de dar una explicación en el Parlamento. El resultado de los tres indicadores (Competencia científica, Comprensión lectora, y Matemáticas) ha sido casi el más catastrófico obtenido en la sucesión histórica del informe desde 2003. Y, sin querer caer en demagogias baratas, incluso de 1860, cuando la tasa de alfabetización en la CAV y Nafarroa rondaba el 50%, que para entonces era una singularidad, teniendo en cuenta que por ejemplo en Extremadura, Murcia, Baleares y Canarias no pasaban del 20%. Ahora, 156 años después, tras aparecer en informes PISA anteriores en puestos punteros, nos encontramos en 2015, en posiciones zagueras en el Estado, en la OCDE y en la UE. Lo paradójico es que Euskadi invirtió 9.175 euros por cada estudiante, un 75% más que el conjunto del Estado. Ello supone que el remedio no es solo el dinero, sino un compromiso firme, cómplice y conjunto entre el profesorado, la familia, los políticos y la sociedad en general a través de una Ley Vasca de Educación, que promueva la excelencia entre nuestros colegiales. Un profesorado dotado de una formación, profesionalidad y reciclaje en consonancia con la sociedad que deseamos. Un aprendizaje abierto, que enseñe cómo pensar, no en qué pensar. Una formación que no se limite a ser utilitaria. La educación no es una forma de ganarse la vida, es un estilo de vida.