Los representantes de los 195 países participantes en la cumbre del clima de París (COP21) aprobaron ayer un acuerdo histórico que sienta las bases para evitar los efectos más catastróficos sobre el planeta derivados del calentamiento global y compromete al mundo hacia un cambio que pueda frenar en el futuro la emisión de gases de efecto invernadero causantes, en gran parte, de la elevación de la temperatura en la Tierra. Han sido necesarias dos semanas de intensas reuniones, intercambio de borradores y debates y una larga noche de negociaciones al más alto nivel para que finalmente Francia, como anfitriona del evento, aportara un texto final que fue aprobado en la tarde de ayer por el plenario de la cumbre y que ahora cada uno de los países deberá ratificar. El acuerdo, además, será vinculante, y por tanto exigible a todos los países firmantes, algo que no había ocurrido nunca en cumbres similares y que era una de las metas principales y el elemento por el que se iba a medir el éxito o fracaso del evento. En resumen, el acuerdo fija el objetivo de que el aumento de la temperatura del planeta al final de siglo se sitúe “muy por debajo” de los dos grados e insta a intensificar esfuerzos para que ese incremento no supere los 1,5 grados, que era la demanda de gran parte de la comunidad científica y de las organizaciones no gubernamentales. Además, se adquiere el compromiso de movilizar hasta 2025 por parte de los países desarrollados un mínimo de 100.000 millones de dólares anuales como ayuda para que los países con menos recursos puedan alcanzar sus objetivos. Aunque en otros aspectos el texto queda algo cojo -como los objetivos de reducción de emisiones de cada país-, lo cierto es que se trata de un acuerdo realmente histórico que supone un punto de inflexión hacia un mundo más habitable y más saludable. Es, como dijo François Hollande durante la presentación del borrador, “el primer acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, lo que ya, de por sí, le confiere una importancia esencial. Incluso las principales organizaciones como Greenpeace, Oxfam y WWF valoraron de forma muy positiva el acuerdo. Ahora, se trata de hacer realidad lo que se ha conseguido plasmar en papel. Toda la ciudadanía, y no solo los gobiernos, incluidos los no estatales como el vasco -como ha demostrado en la propia cumbre de París-, tiene ahora la responsabilidad de hacerlo realidad.
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