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Francia inclina a la UE

La activación de la cláusula de defensa comunitaria no debe convertirse en fórmula para acabar con el alineamiento tradicional de Europa con las libertades, ya cuestionado, en el pulso global con quienes las subordinan a la seguridad

La exigencia del ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian, al Consejo de Ministros de Defensa de la Unión Europea de activación de la cláusula comunitaria para la defensa colectiva (artículo 42.7 de los tratados de la UE) traslada al mismo corazón legislativo de Europa el dilema y el riesgo inherentes a la reacción a las horripilantes masacres cometidas por el Estado Islámico, de las que forman parte los ataques de París. Si Francia, mediante esa activación, arrastra a la Unión Europea a la coalición internacional que pretende junto a, entre otros, Estados Unidos y Rusia -ya un hecho en el caso de la colaboración con Moscú en los bombardeos sobre Siria-, estará haciendo de la cláusula, por la que todos los países miembros “deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance” a otro Estado miembro en caso de sufrir este un ataque, una fórmula para cuestionar la tradicional inclinación europea por las libertades, aun si se percibe mermada, en el pulso global que desde los atentados del 11-S libran estas frente a los teorías que las subordinan a la seguridad. Es decir, quienes abogan por la primacía de la fuerza -en contraposición al contraste de la razón y el derecho- habrán conseguido minar el modelo europeo que se resistía, por tradición humanista, a un mundo rendido al imperio de la seguridad, capaz de sacrificarse por esta y, en consecuencia, dividido ya en dos únicas mitades sin árbitro ni mediación alguna, ni siquiera la ya demostrada de limitada capacidad de Europa, entre ambos. Y eso es, posiblemente, lo que han venido buscando quienes cometen atrocidades propias de los siglos más oscuros de la humanidad bajo la apelación a la guerra santa frente a los cruzados. Por lo que la simple posibilidad de que eso suceda, de que la respuesta de Occidente suponga que el Estado Islámico consiga el objetivo con que ha planeado su irrupción en la geoestrategia mundial, debería ser motivo suficiente para que Europa medite profundamente el modo de respuesta. Y ello no significa que la Unión no deba apoyar a Francia ante los ataques sufridos sino todo lo contrario, que sin dejarse arrastrar, sin inclinarse ante el discurso de la primacía de la seguridad y desde sus propios principios, debe la misma para, en lugar de convertirse en una parte del conflicto, ser parte de la solución del mismo.