la presencia de la ikurriña en un mástil en la balconada principal del ayuntamiento de Iruñea -junto a las banderas de la ciudad, Nafarroa, España y la Unión Europea- durante el txupinazo de las fiestas de San Fermín ha conllevado, por una parte, la crítica de los partidos políticos que no han apoyado la formación del Gobierno municipal presidido por el alcalde Joseba Asiron y, por otra, la presentación por la delegada del Gobierno español en Nafarroa, Carmen Alba, de un recurso contencioso administrativo ante el juzgado. Pero si la crítica política debe considerarse igual de legítima que cuando se ejercía en sentido contrario porque quien gobernaba el Ayuntamiento impedía, incluso por la fuerza, la presencia de la bicrucífera tricolor no ya en la casa consistorial sino hasta en la plaza, el recurso judicial presentado por la Delegación del Gobierno se antoja tan desproporcionado como falaz en su justificación, que considera la presencia de la ikurriña en la balconada municipal del consistorio como “contraria a la legalidad vigente”, lo que estrictamente no sucede en este caso, y “al sentir de la mayoría de los navarros”, lo que cuando menos contrasta con la mayoría social que ha impulsado el cambio tanto en el Ayuntamiento iruindarra como en el Gobierno de la Comunidad Foral. Ahora bien, desde la consideración básica de que ni en este ni en otro caso la ikurriña, como bandera oficial de la Comunidad Autónoma Vasca y símbolo nacional para los vascos de todos los territorios, debe ser utilizada como pretexto para la confrontación política, es preciso acompañar su presencia y uso con absoluta normalidad -tal y como, por otra parte, ya se realizaba en Iruñea en los primeros años de la democracia-, sin imposiciones y desde el mismo respeto que se pretende para otros símbolos por quienes los entienden como suyos. Porque solo desde la asunción por cada uno del derecho del otro a enarbolar su bandera y su condición nacional -ya que en Nafarroa, además, surgen diversas desde hace siglos- con naturalidad, sin interesadas estridencias ideológicas, se podrá caminar en la normalización de actitudes y en la supresión de reticencias en una sociedad que si es compleja en lo ideológico lo es mucho menos en lo relacional de lo que se podría deducir de algunas actitudes políticas.
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