América Latina: “Hacia unas venas un poco menos abiertas?”
La semana empezaba con una imagen novedosa para la América Latina del hoy y del mañana. La reciente Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, ofreció la tan esperada fotografía de los Presidentes Castro y Obama simbolizando un cambio radical -a la vez que tranquilo y silencioso- en las relaciones políticas, económicas y sociales en una América que se proyecta única, bajo el esfuerzo comprometido en avanzar en la construcción de un espacio compartido, de diálogo y progreso. Cuba y Estados Unidos inician un nuevo camino ante la esperanza, compromiso y apoyo del resto de países americanos. El mundo observa, expectante, el cambio por venir.
La imagen refleja una voluntad de cambio, si bien los mandatarios y pueblos de la América del futuro no pueden olvidar el recelo histórico, las tics y comportamientos colonialistas y/o imperialistas o el desafiante menosprecio que no solo los Estados Unidos de América sino, desde otra lejanía, distante y diferente, Europa y Asia han ejercitado en el pasado. La aprobación generalizada a la presencia y voz de Obama en la Cumbre no es un cheque en blanco ni, por supuesto, un borrón y cuenta nueva sino un paso -eso sí, muy relevante- hacia un nuevo espacio panamericano.
La extraordinaria noticia de la mencionada Cumbre ha coincidido (las interrelaciones dinámicas influyen de forma recíproca y son pocas veces fruto del azar) con un momento especial para la América Latina: el dividendo de su crecimiento sostenido a lo largo de los últimos años como claro balón de oxígeno para la Europa en crisis, espacio de garantía largoplacista para el desarrollo externo chino y campo de transición para unos Estados Unidos que redireccionan sus economías multinacionales del pasado hacia su “América Interna necesitada de empleo y desarrollo endógeno” coincide con un parón incierto en su crecimiento que vuelve a destacar, pese al gran avance hacia la mitigación de la pobreza, grandes distancias y desigualdad. Afloran la informalidad del empleo creado, las insuficiencias fiscales para acometer el futuro deseado, la violencia y corrupción crónicas y la debilidad institucional aún presentes en muchos de sus países. A la vez, el carácter “emergente” de sus economías le ha permitido aprender, con claridad, un buen número de lecciones, entre las que destacan la necesidad de definir sus propias estrategias y futuro y no seguir los bíblicos consensos de Washington o las recetas monocordes del pensamiento único exterior, o la condena permanente a sufrir la maldición holandesa, traducida en nuevas versiones de monocultivos de recursos, huyendo de invertir en sus propios tejidos económicos (especialmente industriales) al servicio de sus sociedades.
En este largo y complejo camino hacia los nuevos escenarios, son los propios Estados Unidos de América quienes han de hacer un esfuerzo especial de simpatía desde la atracción real de una nueva ciudadanía de origen latino con cada vez mayor presencia y voz en América. A la vez, Latinoamérica ha de asumir sus aspiraciones responsables en sus espacios co-soberanos.
Y si, como decía, la semana empezaba con esta buena noticia e imagen Cuba-USA, Obama-Castro, enseguida asistíamos al fallecimiento de Eduardo Galeano cuyas Venas abiertas de América Latina y tantos otros clásicos nos han acompañado durante décadas para evitar caer en la aceptación pasiva de una dolorosa realidad. El continente de las grandes esperanzas frustradas y de las ilusiones amenazadas que vivimos, sentimos y deseamos triunfante, en un nuevo espacio de progreso social y de igualdad, queda aún lejos del logro estable y sostenible. Nuestro viejo “escuchador de voces” se ha ido. Sin duda, las venas abiertas sobre las que tantas veces advirtió no se han cerrado. La Cumbre de Panamá parecería organizada en su honor, recordando, a la vez, que la esperanza y el esfuerzo solidario nos permite creer un poco más, si cabe, con nuestra querida y completa América.
Con Galeano, los simples escuchadores de historias, hemos de añadir una nota más. Esta misma semana, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) publica su Informe Macroeconómico 2015 para América Latina y Caribe. De este modo, las mismas voces oficiales presentes en Panamá, en sus otras mesas, abordan un interrogante subyacente: ¿Ante la ralentización del crecimiento global -y de América Latina- y las nuevas corrientes de consolidación fiscal en curso, cómo crecer de una manera incluyente? Para responder, acuden a un hilo conductor, el laberinto latinoamericano, tratando de analizar los posibles impactos que los impactos globales pueden generar en el Continente americano. Desafíos que constatan la alta dependencia americana de las materias primas, de los mercados de capitales globales con su influencia directa en los tipos de interés, el desigual deterioro de las bondades de un crudo barato (con desigual efecto en importadores y exportadores) y la aún frágil institucionalización y fortalezas fiscales y presupuestarias en buen número de países.
1) Asegurar el avance logrado en la minoración de la pobreza y la desigualdad.
2) Fortalecer los avances sociales (salud, educación, seguridad y protección social) en un contexto de máxima cohesión y equilibrio intrarregional.
Es un desafío no exento de oportunidades pero necesitado de liderazgos firmes que recorran el ya viejo camino de la productividad como base esencial de un espacio de competitividad en solidaridad. No hay recetas mágicas. Sí compromisos y objetivos claros y, por supuesto, una vez más, crecer desde dentro, desde la eficiencia, desde la apuesta compartida. En definitiva, no renunciar a un desarrollo incluyente.
En consecuencia, la foto positiva y esperanzadora Obama-Castro y lo que conlleva, encuentros paralelos con señales de descontento y reivindicación, luces rojas en el horizonte económico y nuevos espacios de oportunidad conviven en una semana protagonizada por la Cumbre Americana. Cumbre no solamente ocupada por fotografías, sino favorecedora de ideas, encuentros y nuevas líneas de trabajo, como la relevancia dada a las fuerzas generadoras de desarrollo incluyente como la empleabilidad y generación de riqueza desde la base de la pirámide, desde el valor compartido empresa-sociedad, desde la planificación más allá de los simples ejercicios presupuestarios anuales, desde la reinvención de la cobertura y asistencia en salud, desde la renovación de la educación, desde el rol esperable de la desconcentración territorial y de gobernanza?
Iniciativas más allá de las palabras, presentes, también, en Panamá pese a su poca presencia mediática. Compromiso en marcha. Próxima cita, en Lima 2018. Todo un apasionante camino por recorrer. Trabajemos para que entonces América Latina nos muestre “unas venas un poco menos abiertas?”.