Esta reflexión viene al pelo del lío que tienen en Madrid Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en relación con el cambio constitucional que unos ven indispensable y que otros se dejan cortar un brazo antes de plantearlo. Pero tiene ahí dos problemas de envergadura, Catalunya y Euzkadi, y no saben qué hacer con ellos pues como con una vieja y reseca piel de toro, si la pisas por un lado se te levanta por el otro. Y es que ahí está Susana Díaz con la escopeta cargada y ahí están la derecha y la extrema derecha con la lupa puesta.

El lehendakari Ibarretxe escribió el martes 16 de diciembre en El País un lúcido artículo muy explicativo de lo que somos titulado La Dependencia. Era muy claro y respetuoso. Se entendía a la primera. El viernes 19, el abogado J. M. Ruiz Soroa lo rebatía en el mismo diario y lo descalificaba sin más. Dicen que es el cuco el animal que ensucia su propio nido. Y hay muchos cucos en la política española, aunque se jacten de su vasquidad.

En otro registro y en el ABC, Ramón Tamames, antiguo miembro del Partido Comunista, escribía a raíz del 36 aniversario de la Constitución española lo siguiente: “A propósito del caso vasco, comentaré que el pasado verano asistí a la primera lección de un curso, en la UCM-Escorial, en el que disertó Iñigo Urkullu. Y al final de su intervención, me permití decirle al lehendakari, más o menos lo siguiente: ‘Has estado muy mesurado en la forma pero vuestros planteamientos soberanistas están produciendo mucha fatiga entre la inmensa mayoría de los españoles, de forma y manera que no cabe descartar que un día se autorice un referéndum para retirar de la Constitución la Disposición Adicional Primera que es el sustento de vuestro régimen hacendístico confederal que tanto apreciáis. Sinceramente, estáis en lo mejor de los dos mundos posibles y por ello insistir en la vía soberanista podría ser una auténtica desgracia para todos’”.

Sutil amenaza de El Padrino. Pero Tamames no está solo. Representa con su rancio pensamiento español al 90% de la clase política e intelectual madrileña. No hay un liderazgo serio ético e institucional en esta capital que explore nuevas vías y las defienda. No hay hoy en día Marañón, Ortega y Gasset, o Fernando de los Ríos de tiempos de la República que hicieron caer aquella corrupta monarquía con sus denuncias y claridad de ideas. Por eso hay que valorar a los pocos que se atreven a contradecir este pensamiento único que sigue viendo al Concierto Económico como un “privilegio” con el que hay que acabar. Otra hubiera sido la historia si se le hubiera hecho caso estos años al constitucionalista madrileño Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, uno de los tres ponentes constitucionales vivos, jurista y estudioso del foralismo vasco, que se ha atrevido a decir que Catalunya es una Nación y que el Estatut es constitucional.

Conocí a Miguel Herrero siendo este diputado en 1986. Era el portavoz de su grupo parlamentario (1982-1987). De una oratoria brillante, antiguo alumno de Oxford, París y Lovaina, trajes cruzados, gafas de niño repipi, grandes carcajadas, cultura oceánica, admirador de lo british, vivienda al lado del viejo ayuntamiento madrileño, conspirador nato, erudito... era el típico representante de la clase culta española y de esa derecha civilizada y positiva que cuenta con tan pocos líderes que den la cara. Sus tertulias en la Ser con Santiago Carrillo y Pere Portabella en los últimos años (1998-2009) eran clases de buena política y mejor historia. Abandonó el programa debido a su nombramiento como miembro permanente del Consejo de Estado.

Nada que ver con un Aznar que le robó sus apoyos cuando, dimitido Hernández Mancha, asumió la jefatura de un PP que seguía manteniendo vivo el liderazgo de Manuel Fraga, aquel franquista que votó en contra del Título VIII y del estatuto de Gernika. Amigo de Ernest Lluch, escribió un muy lúcido trabajo al alimón con el político asesinado en Barcelona por ETA. Constitucionalismo Útil es su titulo, quizás para diferenciarlo del Constitucionalismo inútil, retórico y prisionero de pueblos y naciones que es el vigente y el que se estila. En el año 2004 se dio de baja del Partido Popular.

A Miguel Herrero siempre le han acusado de un pecado nefando en la capital del reino y es el de ser amigo de las gentes del PNV y de defender las posibilidades de encaje de lo vasco en la Constitución. Para colmo, aceptó recibir el Premio que la Fundación Sabino Arana le otorgó el 31 de enero de 1999, lo que le convirtió en blanco preferido de Jiménez Losantos, Alfonso Ussia, Martin Ferrand y la carcundia mesetaria. En 1999, escribió un interesante libro Idea de los Derechos Históricos. Un tipo extraño en el Madrid oficial. Pero este hombre hizo en la aceptación de aquel premio algo insólito y que no había ocurrido nunca. Declararse españolista y gritar ¡Viva España! en el Arriaga para lograr, al término de su intervención, un cerrado aplauso de todos los nacionalistas vascos allí presentes. Un sabio de la política. Su breve discurso no tiene desperdicio. Conviene conocerlo y guardarlo. Dijo así:

“Unas palabras, nada más, de gratitud a la Fundación Sabino Arana por distinguirme con este galardón. Un galardón que premia mis esfuerzos, primero como constituyente, después como parlamentario, desde hace años como analista político y constitucionalista en pro del pleno reconocimiento de los Derechos Históricos del pueblo vasco.

En efecto, durante años me he dedicado a defender y difundir la idea de que el pueblo vasco, restaurado en su plenitud, debe ser el dueño de su futuro, a decidir democráticamente y con pleno respeto a lo que su identidad histórica y su actual pluralidad requiere.

Tres son las razones por las que he defendido, defiendo y defenderé esta posición. Primero, porque creo que es lo que en justicia corresponde a la historia foral y a la identidad nacional del pueblo vasco.

Segundo, porque creo que esta es la única vía para obtener la consolidación de la paz, la reconciliación de la sociedad vasca y la sublimación de su dolor para convertir un pasado tormentoso y dividido en un futuro lleno de comunes esperanzas.

Tercero, porque, como todos sabéis, soy profundamente españolista y creo que sólo un pueblo vasco restaurado en la plenitud de sus derechos puede reanudar voluntariamente el secular tracto paccionado con el resto de la Monarquía española. Eso es lo que, en palabras del lehendakari Aguirre el 5 de diciembre de 1935, permitiría gritar a los vascos, nacionalistas incluidos, viva España.

Yo comprendo que el empeño es difícil. Tanto de expresar aquí como de defenderlo donde yo lo hago. Por eso, el premio que me dais y por el que reitero mi gratitud es el mejor acicate”.

¡Ostras Pedrín!

Diciéndose “absolutamente españolista” y al mismo tiempo identificado afectivamente con todos los movimientos nacionalistas, asimismo defendió que “la Constitución da cabida” al renovado Estatuto catalán, antes de ser cepillado, tras recibir asimismo un galardón de la Fundación Persona i Democracia Joaquim Xicoy que reconoció su trayectoria política: “En el marco de la Constitución, el Estatut cabe porque la Constitución que felizmente hicimos es elástica, en el mejor sentido del término, es una doctrina que tiene fórmulas no rígidas”. Miguel Herrero sostuvo en este sentido que Cataluña es una “nación” y que sus “derechos históricos y nacionales deben ser siempre reafirmados y conservados”. Proclamándose él como “absolutamente españolista”, aseguró al tiempo sentirse identificado afectivamente con todos los movimientos nacionalistas que hay en España: “Yo que soy un apasionado devoto de la España grande, que es el resultado fuerte y vigoroso de la libre adhesión de todos sus pueblos, creo que Cataluña es una nación”. Y defendió que hacía falta defender al individuo como sujeto acreedor de todos los derechos fundamentales, entre ellos el de la “identificación nacional”.

Es evidente que no hay mucha gente en Madrid, como Miguel Herrero. Por eso es un hombre silenciado.

Y por eso conviene destacar su pensamiento. Se puede ser español y españolista y a la vez demócrata y un apasionado por la convivencia respetuosa tratando de no imponer una única visión de España. Pero, desgraciadamente, la que impera, es la de la España eterna, la de la Conquista de Granada y la de los Tercios de Flandes. ¡Qué pena!