Qué espectáculo tan bochornoso han protagonizado César Luena, secretario de organización del PSOE, y Alfonso Alonso, portavoz del PP, sobre la corrupción, tema que conocen muy a fondo ambas formaciones. El primero ha dicho que no va a haber ningún acuerdo sobre regeneración democrática con el PP, porque es “imposible pactar con el partido de la corrupción”. Por su parte, el segundo se ha cogido un cabreo morrocotudo y le ha recordado al PSOE los ERE de Andalucía y sus 200 imputados. “Creo que se equivocan de estrategia, ha dicho, y por eso no es de extrañar que les salgan alternativas por la izquierda”. Ambos partidos, integrantes del mismo bipartidismo, han anunciado que presentarán en solitario su proyecto de regeneración democrática.

Es lamentable, si no fuera cómico, el “pues tú más” de ambas formaciones. En el Estado hay en estos momentos 1.700 causas abiertas por corrupción, con solo medio centenar de imputados, y solo una veintena de encarcelados. ¿Quiénes son los máximos responsables de esa situación? Ambos. ¿A qué formaciones pertenecen la mayoría de infectados por semejante virus? A ambas. ¿De qué partidos desconfía la ciudadanía principalmente? De ambos. El bipartidismo no se cansa de repetir que el “pueblo es soberano”, pero en realidad el pueblo les importa un pito. A estas alturas, la mayoría de diputados y senadores solo representan a la cúpula de sus partidos. Votan y cobran al dictado. La mayor parte de votantes no conocen, ni sus nombres, ni sus programas electorales, ni los intereses que les mueven. Dicho de un modo burdo, han tratado al pueblo soberano como a un pueblo pasmado. Y ahora que detectan el cabreo imparable de la peña, quieren echar el freno pero ya es demasiado tarde. El bipartidismo ha acabado aquí. En los próximos meses las protestas ciudadanas irán a más y no valdrán artilugios, ni artificios. La regeneración democrática vendrá impuesta por las urnas.