La advertencia ha sido alta y clara. Incluso, sin ánimo de faltar, yo creo que se han pasado unos cuantos kilómetros. Y eso que aquí, en Euskadi, sabemos de lluvias, de sirimiris, de granizos, de temporales, de ventoleras y hasta de fuegos artificiales y, ¡oiga! sin despeinarnos. Con el jersey en la espalda, que es donde lo cuelgan los jatorras, el paraguas olvidado en la última barra de bar, los pantalones remangados exhibiendo perneras, y txapela. Vamos, que aquí no nos asustamos por cualquier cosa. Pero lo del domingo fue una pasada. A eso de las cuatro de la tarde, empezó a llover y lógico, nadie le hizo ni caso. La tormenta se enrabietó y empezó a soltar granizo y ráfagas de viento que en Zarautz alcanzaron los 116 kilómetros por hora. Bueno, eran cuatro gotas, como mucho, seis. Pero allá arriba insistían, insistían, qué pesados. Estaban empeñados en mojarnos la oreja y casi nos la cortan. Empezaron a caer rayos, ¡pero una salvajada! Venían en manada, calle arriba y abajo. Mansos, bravos, novillos, rabiosos o juguetones, ¡ah! también uno cojo. Había para todos, como en botica. La Agencia Vasca de Meteorología, Euskalmet, que debe estar emparentada con San Pedro, contaba los rayos con los dedos, diez, once, doce, quince, para no equivocarse. Al becario le entró la tos, y desequilibró las cuentas. ¿Eran 722 o ya 742? Uno de los meteorólogos que es muy recto, quería salir fuera para reiniciar la cuenta. Pero en lo alto ya habían tirando todo lo que tenían. 1.808 en la CAV, y 750 en Gipuzkoa, que además se llevó la propina. A cinco kilómetros de Andoain cayó el rayo más cabezón con 153,4 kiloamperios. Lo dicho: la advertencia ha sido muy neta. Rajoy ya no puede andarse con mamoneos. Todos los temas políticos pendientes, que son tanto como los rayos, tienen que resolverse este año. No pueden esperar más. Una cosa es aguantar el chaparrón de lluvia, y otra muy diferente capear políticas irredentas, cansinas, santiagueras. Incluso Merkel salió por piernas cuando le contó el último chiste.