la cumbre de la OTAN en Gales tenía como objetivo apremiante la implementación del Plan de Preparación de la Actuación (RAP en inglés) en respuesta a la actitud rusa en la crisis ucraniana, lo que se traducirá en el desliegue de “unidades de intervención rápida” en Polonia, Países Bálticos, Rumania y Bulgaria, con el objetivo inequívoco de “posibilitar una intervención más rápida en caso necesario”, según ha declarado el secretario general de la Organización, Anders Rasmussen al diario alemán Süddeustsche Zeitung. También la asunción por los países miembros de la nueva doctrina Smart Defense (Defensa Inteligente), nuevo concepto operativo que implicará la cesión parcial de la soberanía de los países miembros a la coordinación de defensa con la OTAN y el incremento de las partidas de gasto de los países europeos que sería de un exiguo 2% del PIB nacional, quedando el grueso de la financiación en manos de EEUU (el 75% del total del presupuesto).

Así, el presidente estadounidense Barack Obama, tras su reunión con el mandatario electo en Ucrania, Piotr Poroshenko; como parte de su gira por Europa para asistir en Bruselas a la cumbre del G7 ( Rusia fue excluida como parte de la política asumida por Occidente ante el conflicto ucraniano), insistió en la política de su Gobierno de fortalecer su presencia militar en Europa al tiempo que anunció que solicitará al Congreso estadounidense la aprobación de un presupuesto de cerca de mil millones de dólares para tal propósito e instó a los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a incrementar los recursos destinados al desarrollo militar además de informar de sus proyectos de colaborar en esa área con países como Ucrania, Georgia y Moldavia y de enviar a Polonia doce F-16 y 200 soldados de refuerzo tras la crisis ucraniana, con lo que el contingente total de sus tropas en Europa ascendería a unos 70.000 miembros, que podrían verse aumentados hasta los 80.000. Significaría en la práctica la vulneración del Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997 por la cual la OTAN descartaba “el estacionamiento permanente de un contingente sustancial y adicional de tropas de combate en el este de Europa”, así como el retorno a la Doctrina de la Contención o Doctrina Truman, cuyas bases fueron expuestas por George F. Kennan en su ensayo Las fuentes del comportamiento soviético publicado en la revista Foreign Affairs en 1947 y cuyas ideas principales se resumen en la cita: “el poder soviético es impermeable a la lógica de la razón, pero muy sensible a la lógica de la fuerza”.

En un principio, Rusia y la OTAN acordaron cooperar en la creación del escudo anti-misiles para Europa en noviembre de 2010 en la cumbre bilateral de Lisboa, pues para Moscú era vital que la OTAN ofreciera garantías reales de que ese sistema no apuntaría a Rusia y para ello disponer de un documento jurídicamente vinculante al respecto. Pero la administración Obama, siguiendo la inercia mimética de la administración Bush de ningunear a Rusia, ha rehusado hasta el momento ofrecer dichas garantías por escrito y dado el actual contexto de guerra fría EEUU-Rusia, es previsible que EEUU decida finalmente completar la cuarta fase del despliegue del escudo antimisiles en Europa (Euro DAM), lo que tendría como réplica por parte rusa la instalación en Kaliningrado del nuevo misil balístico inter-continental de 100 Tm, (“el asesino del escudo antimisiles de EEUU”, en palabras del viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin). Lo que en la práctica supondrá la reactivación de la carrera armamentista entre las dos grandes potencias.

Dicha implementación de la cuarta fase del Escudo (reviviendo el proyecto Partnership entre los EEUU y Europa para proveer al Reino Unido de misiles Polaris de julio de 1962), podría ser visto por Francia como una pérdida de su soberanía y traducirse en una salida provisional de Francia de las estructuras militares de la OTAN, emulando el desmantelamiento de treinta bases estadounidenses en suelo francés por De Gaulle (1966), teniendo de nuevo a la Force de Frappe como columna vertebral de su futura doctrina defensiva y no siendo descartable la instalación por EEUU en el Pirineo navarro de una bases de radares (Gorramendi) para escuchar los susurros del Elíseo, con lo que asistiremos a la escenificación de la consumación del cisma interno dentro de la OTAN.

Ello conllevará un acercamiento político a Rusia (rememorando el viaje de De Gaulle a Moscú, 1966) y se plasmará en la Ratificación de la Política de Buena Vecindad con la Rusia de Putin mediante la firma de acuerdos preferenciales para asegurarse el suministro de gas y petróleo rusos e incrementar los intercambios comerciales, debido a la rusodependencia energética europea (el 21% de las importaciones de petróleo y 40% de gas proceden de Rusia). El resto de países europeos sufrirían en ese caso el chantaje energético ruso para resquebrajar la unidad comunitaria, en la certeza de que Alemania y Francia no dudarán en sacrificar a dichos países en aras de asegurar su abastecimiento energético.

Así, tras la anexión de Crimea a Rusia mediante referéndum, parecería previsible una “intervención relámpago” del Ejército ruso en Ucrania que provocará la división de dicho país en dos mitades casi simétricas y separadas por el meridiano 32 Este, quedando el sur y este del país (incluida Crimea) bajo la órbita rusa mientras el centro y oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE, división que significaría de facto el retorno al endemismo recurrente de la guerra fría Rusia-EEUU.