SI se cumplen las previsiones del Gobierno de España, las Cortes aprobarán este mismo año la Lomce (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) y entrará en vigor en el curso 2014-2015. Quién sabe cómo se desarrollará el debate y posterior aprobación de esta ley. Sea como fuere, una vez analizado el texto del proyecto de ley, no hay que ser muy avispado para prever que el poder público de España sigue sin atajar, y poner en vías de solución, los profundos problemas y atrasos que arrastra en su visión, organización y concreción del sistema educativo.

No ha aprovechado, ni ha aprendido, de las diversas realidades que han surgido en los distintos territorios del Estado; ni de los mejores resultados mostrados por las buenas prácticas puestas en marcha en el entorno europeo. En efecto, el impulso político que subyace en el texto a debate en las Cortes pretende, y de este modo no lo va a conseguir, solucionar dos graves problemas: por un lado, la gran diferencia de resultados obtenidos en las comunidades autónomas del sistema educativo español; y por otro lado, los malos resultados del sistema educativo del Estado a escala internacional.

Vistos los datos, existen enormes diferencias entre comunidades autónomas en la tasa de alumnos que logran el título de graduado a la finalización de la Educación Secundaria Obligatoria. En el nivel superior se halla Euskadi -con el 88%- y en el inferior las Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia y Ceuta (por debajo del 70%).

Si se leen, además, estos datos con la tasa de alumnos que cursan el 4º curso de la Educación Secundaria Obligatoria (15-16 años), Euskadi vuelve a situarse en el nivel superior con un 74% y pueden observarse, en el inferior, con tasas del 60% o peores, a Andalucía, Islas Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia, Ceuta y Melilla.

Si todo ello se remata con las tasas de jóvenes, de entre los 18 y 24 años de edad, que no terminan la Educación Secundaria, es decir, las tasas de jóvenes sin formación alguna -recordemos que la media europea se sitúa en torno al 13,5% y que el objetivo europeo marcado para el 2020 fija rebajar esa cifra por debajo del 10%- este es el panorama resultante: los mejores resultados son para Euskadi (un índice de abandono del 12%) y, en el otro extremo, con unos resultados francamente desalentadores, se hallan Andalucía (35%), Islas Baleares (37%), Canarias (30%), Castilla-La Mancha (33%), Cataluña (29%), Valencia (29%), Extremadura (32%), Murcia (36%), La Rioja (28%), Ceuta y Melilla (41%).

El pasado año, el denominado Colectivo Lorenzo Luzuriaga cruzó los datos señalados con los publicados por PISA, fruto de una evaluación externa internacional. En su informe apuntaba que: "La excepción (?) es el País Vasco, con buenos índices correlativos de rendimiento, fracaso y abandono escolar". Y se hacía la siguiente pregunta: "¿Qué razones explican el buen comportamiento de los alumnos del País Vasco tanto en rendimiento escolar como en alta tasa en la obtención del título y la más baja de abandono escolar temprano?".

Euskadi es quien más invierte en Educación. La respuesta más certera ha de buscarse, al menos, en los siguientes dos factores: en primer lugar, en el valor que la sociedad vasca da a la educación; y, en segundo término, en la política educativa desarrollada por el Gobierno Vasco en los últimos 33 años.

En relación con el primero de los factores, ha de resaltarse la acción de las ikastolas como principales impulsores de la educación euskaldun, al acertar en su combinación de euskera, cultura vasca, identidad euskaldun e innovación pedagógica, y en la creación y en el desarrollo de recursos didácticos, organizativos y económicos necesarios para tal fin.

Han sabido sacar un buen jugo a su acción escolar, hasta el punto de convertirse en referencia obligada para el resto de colegios y escuelas de los territorios vascos.

Pero la acción multiplicadora ha venido de la mano del Gobierno Vasco, puesto que ha sabido conjugar la iniciativa pública y la privada conformada por centros públicos y concertados, en difícil equilibrio.

Así, la Comunidad Autónoma Vasca es, dentro del sistema educativo español, la que más ha invertido en educación.

Es el Gobierno Vasco, en comparación con el resto de comunidades autónomas, quien más dinero ha puesto para promover la educación bilingüe/plurilingüe -con el euskera como eje-, en la renovación pedagógica, en la creación de materiales, en la formación, en la evaluación, en el Currículo Vasco específico, en las tecnologías de la información y comunicación, etc.

Aun así, le queda mucho trecho para llegar a la tasa de inversión que realizan los estados europeos con mejores resultados.

Sin perder de vista el debate que se celebra en Madrid, conviene centrarse en la política educativa que se precisa en el territorio vasco, por encima de la reforma educativa en ciernes.

Para ello, la Comunidad Autónoma Vasca cuenta, de partida, con una herramienta de gran valor y alcance: el Currículo Vasco que las ikastolas, los colegios religiosos, un buen número de colegios públicos y el propio Gobierno Vasco acordaron y aprobaron con el fin de dar cumplida respuesta a los retos que tiene la educación en el primer cuarto del siglo XXI.

El Currículo Vasco situó, haciendo suyas las directrices europeas, las competencias educativas básicas en el fundamento de una educación de vanguardia. Por consiguiente, el siguiente paso se centra en ultimar y desarrollar un planteamiento pedagógico coherente con dicho currículo.

En este contexto, está bien que el Gobierno Vasco tenga en cuenta el texto legal que salga promulgado por el Congreso de los Diputados en Madrid puesto que esa es su obligación.

Pero su tarea estratégica se halla en la vía abierta por el Currículo Vasco, en la educación euskaldun contemporánea y de futuro, para lo cual tienen que diseñar y gestionar elementos de mejora que superen lo conseguido en los pasados 33 años.

Teniendo en cuenta lo subrayado continuamente en el Currículo Vasco, es decir, que se ha de lograr que los alumnos, profesores, padres-madres y, en fin, toda la ciudadanía vasca actúe de forma competente, que se ha de ser capaz de movilizar de forma integral lo aprendido para poder solucionar eficazmente los problemas que se nos presentan en las distintas situaciones de la vida, es necesario -también- movilizar y actualizar todo lo que durante décadas hemos aprendido para desarrollar la educación vasca en el siglo XXI.