El Bismarck de España o el Bolívar de Catalunya
EL Partido Comunista chino acaba de acordar rebajar la ostentación en las ceremonias públicas para reducir la distancia, dicen, que ha separado tradicionalmente a políticos y ciudadanos. Menos flores y alfombras rojas para los altos funcionarios. La decisión, dicen también, responde a la voluntad de la nueva dirección del PCCH de acabar con la imagen de arrogancia y separación que desprenden las clases dirigentes del país. No deja de ser curioso que un inmenso Estado con partido único y teóricamente sin clases tome este tipo de decisiones. Mejor sería que generalizaran la alfombra roja y las flores para todo el mundo en lugar de suprimirlas.
Aquí no hablamos de alfombras y de flores sino de iPad y tabletas, sueldos y dietas. Y recuerdo cómo tras las elecciones de 1977 nuestros diputados y senadores no llegaban a cobrar ni 50.000 pesetas, no tenían ni un perchero para colgar el abrigo y los viajes eran en tren. Los procuradores franquistas, en aquel sistema corrupto, cobraban de los consejos de administración y las canonjías propias del régimen y en 1977 se veía mal que quien se dedicara a la política cobrase un duro. De ahí que, poco a poco, y de manera vergonzante se inventaron camuflajes varios para ir cobrando algo más sin que se notase demasiado. Esa es la explicación del actual sistema, porque la política es una actividad tan respetable como dedicarse a la venta de pescado o a gerenciar una empresa con la diferencia de que tras un parlamentario hay una elección democrática que además es temporal.
España, junto con Portugal, tiene a los políticos peor pagados y además señalados con el dedo. ¿Quién en esas condiciones, con una cierta valía profesional, se va a dedicar a velar por el conjunto de la sociedad con las mejores leyes aprobadas y con la menor de las presiones? Una sociedad sana y dinámica tiene que tener a los mejores políticos a su servicio y a los mejor pagados. Es un concepto estrictamente democrático. Quien prefiere que le gobiernen mal, que pague mal a sus representantes y los trate como a gentes sin calificación, sin inteligencia, como destino solo de maulas o de gente rebotada. Es, a fin de cuentas, un problema de valoración de la política democrática que desgraciadamente está siendo atacada por un populismo termita que con la excusa de acabar con los privilegios quiere acabar con la política. Y no defiendo excesos, ni a vagos, ni a amigos del que manda, ni a gentes que no saben hacer la o con un canuto. Me refiero al político vocacional que tiene que soportar que le tilden de chorizo por ejercer una función representativa.
Y es que en toda esta discusión, alguna vez con fundamento, me llama la atención que haya sido Bildu quien saque en el Parlamento Vasco estas cuestiones, las abandere y sea Gara quien se jacte de semejante valentía. Y digo esto porque gentes que no chistaron cuando los empresarios eran chantajeados y asesinados por no pagar lo que llamaban el "impuesto revolucionario", que no era más que un robo con pasamontañas, sean ahora los adalides de la ejemplaridad a cuenta del chocolate del loro, chocolate que cualquier otro partido puede defender con mayor legitimidad que gentes que o callaron, o jalearon, o señalaron el robo a sus semejantes. Ironías de la vida. Como lo de la alfombra roja del partido comunista chino. Mejor harían en dar libertad a sus ciudadanos y aprender de una vez por todas que la democracia es un hombre/mujer, un voto. Y no la decisión de una camarilla, en el caso chino, y que antes de vestirse con la estola de armiño, en el caso Bildu, miren un poco a sus vergonzosos y silentes currículums.
Era José Luis Corcuera ministro del Interior. ETA actuaba y la derecha cargaba contra el PNV. El ministro le sugirió al presidente del EBB un encuentro con el entonces director del ABC madrileño Luis María Ansón. Quería que este, al tratar con Arzalluz, rebajara el nivel de agresividad contra el PNV. Arzalluz le dijo que aquello era perder el tiempo, pero al final accedió. De aquella conversación, Xabier Arzalluz siempre contaba la impresión que le causó el cinismo del hoy académico de la Lengua Española. Tras mucho hablar sobre la situación política y sobre ETA, Ansón despachó el tema comparándola con una úlcera. "Mira, esto es como una úlcera. De vez en cuando sangra, pero no mata. Se puede vivir con ella". En el fondo admitía la existencia de ETA porque esto impedía al nacionalismo democrático avanzar en el autogobierno, en sus reivindicaciones programáticas.
Aquella vivencia me ha venido a la mente cuando leí la última intervención del ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Rajoy, José Manuel García Margallo, el miércoles 29 de noviembre. Margallo fue al foro del periódico La Razón. A su lado, Alfonso Ussia. Enfrente, la sala llena, con tres ministros, cargos públicos y gentes del mundo de la política, la diplomacia, la economía, la empresa y las instituciones europeas. El ministro ofreció una exhaustiva explicación sobre la posición del Gobierno español en la cuestión palestina y habló sobre su querida Marca España, más tocada que las maracas de Machín. Tras su intervención, se sometió a las preguntas de los asistentes. La primera cuestión la planteó Gloria Lomana, actual compañera del exministro Piqué y directora de informativos de Antena 3 y una auténtica bruja sin escoba. "¿Cómo se ha percibido en Europa el resultado electoral en Catalunya y el bajonazo de CiU?", inquirió la periodista.
Y el ministro respondió: "Para hacer un juicio en términos aritméticos, cuando uno está en un gobierno que pasa de 62 escaños y acaba en 50, no parece un éxito político. Podíamos habernos encontrado con un cáncer terminal, pero al final tenemos una neumonía". Y siguió argumentando.
Por su respuesta deduzco que el ministro está satisfecho y tranquilo con el resultado ya que es solo una neumonía. ¿Sabrá el ministro que de neumonías mal curadas también se muere? Por lo que se ve, el derecho a decidir es un cáncer terminal. Generalmente, el cáncer terminal de pulmón lo produce la nicotina. ¿Qué es lo que ha producido este cáncer terminal en la sociedad catalana? De eso no se habla.
En el 34 aniversario de la aprobación de la Constitución -en España, no en Euzkadi- tanto el presidente del Congreso, Jesús Posada, como el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, dijeron que no van a tocarla ni en una coma. No sé cómo quieren reformar el Senado, ni eliminar ese artículo machista que da primacía al varón sobre la mujer a la hora de la sucesión. En Inglaterra tienen el mismo problema y lo van a resolver. Pero si fueran mínimamente inteligentes abordarían el cambio de varios artículos para tratar de rematar la faena que quedó inconclusa en 1978 por presión militar. Bien es verdad que Miquel Roca, ponente constitucional, no planteó nunca la figura del Concierto para su nación, como sí hizo el PNV, pero Catalu-nya tiene derecho a financiarse con un pacto fiscal o con el Concierto. Y también es verdad que se habla de nacionalidades y regiones, pero la presión de otras comunidades impidió que Catalunya, Euzkadi y Galicia fueran consagradas como naciones bajo un Estado.
Se regionalizó el proceso, se aprobó una Ley Orgánica Armonizadora del Proceso Autonómico tras el 23-F y se les hurtó a las tres naciones su perfil identitario cuando las demás las tenían claramente definidas en lo español. Y, de esta forma, Madrid y Murcia son ya nacionalidades históricas y la achicoria para todos no ha resuelto el problema identitario de base.
Pero esto lo han creado ellos con sus úlceras y sus neumonías. España para ellos es el poblachón manchego de Madrid y es ahí donde se distribuyen los labeles de funcionamiento. Pero cuando se tiene en el Parlamento catalán 78 representantes que solicitan un referéndum para ejercitar el derecho de autodeterminación, y en Euzkadi 48 de 75, que sigan hablando en Madrid de simples neumonías.
España perdió en 1898 todas sus colonias por no haber abordado a tiempo la autonomía de las mismas. Cuando quiso hacerlo, era ya demasiado tarde. Fue lo que en 1935 José Antonio Aguirre le dijo a Calvo Sotelo tras su frase en el frontón Urumea de "antes una España roja, que rota". Y hay precedentes catalanes. Niceto Alcalá Zamora le exigió en una discusión parlamentaria a Cambó que tenía que elegir entre ser el Bismarck de España o el Bolívar de Catalunya. Y Artur Mas ha elegido ser el Bolívar de Catalunya. A ver cómo paran Rajoy y Margallo esta neumonía.