ES muy cierto que de poco o nada sirven concepciones idealistas y generosas, si carecen de realización, si no tienen concreción en la vida, o si no van de la mano de la eficacia. Porque no basta simplemente con tener razón. Es preciso además incorporar la propia razón a la vida misma y convertirla así en guía de nuestros pasos. Y ello en cualquier ámbito de nuestro complejo devenir, pero quizá especialmente más en todo lo referente a lo conocido como docencia, educación o enseñanza.

Henry A. Giroux es un pedagogo norteamericano, quizás uno de los más referenciados junto a Apple, Mclaren y Macedo, y que están intentando plantear nuevas perspectivas, nuevos discursos y planteamientos críticos con lo que ha sido tradicionalmente la enseñanza. Sus aportaciones a la práctica educativa intentan alejarse prudentemente de la profunda dicotomía existente entre las nuevas propuestas neoliberales y las ya viejas, por anticuadas, perspectivas críticas. Giroux es uno de los escritores-educadores principales asociados a la tradición crítica respecto a la teoría, y a la práctica, en la educación.

Su primer libro, Ideología, cultura y el proceso de enseñar (1981), es considerado como voz realmente cualificada en el mundo de la teoría y práctica educativa. Ha sido autor de otros veinte libros y más de 200 artículos sobre el fenómeno educativo. Ha sido profesor de Secundaria en Waterbury, director del foro del mismo nombre y de estudios culturales.

Giroux apuesta por crear y potenciar el conocimiento interdisciplinario. Rechaza la distinción entre cultura de élite y popular. Prima lo ético al definir el lenguaje a utilizar por los profesores. Afirma que la escuela debe de ser el recurso más grande con el que pueda contar la comunidad donde esté ubicada. Cuestiona qué enseñar y cómo organizar la escuela. Predica lo que cree, una educación comprometida y no neutral. Concibe la escuela, no como una instalación aislada del entorno, sino como el lugar de encuentro idóneo y estratégico para tratar asuntos públicos y sociales que conciernen a la colectividad, o a la vecindad, de la que forma parte, brindando para ello también sus instalaciones e infraestructuras. Las escuelas, a su manera de ver, las entiende como lugares donde avanzar en el fomento de los valores públicos, en contraposición al consumismo, la brutal competitividad y el individualismo americano. En definitiva, Giroux pedagogo progresista, educador audaz y persona reflexiva es crítico, optimista, participativo, se muestra contrario a la desazón pesimista del presente, es un ciudadano que rechaza el desencanto como actitud vital y que está empecinado en (re)establecer la interdependencia entre cultura, educación, ética, lo público, la democracia y la crítica constructiva y organizada con nada menos que con la política.

Ante la ofensiva de lo neoliberal, al rebufo de la globalización, muchos profesionales desencantados de la educación han interiorizado que más bien poco se puede hacer ante el empuje y tamaño de la ola, que cual auténtico tsunami ideológico del pensamiento único, parece arrasar con todo lo anteriormente conocido, rompiendo moldes y estableciendo otros parámetros y valores que alcanzan de lleno en el corazón de lo educativo en muchos de sus aspectos, y a todos los niveles.

Y es en este preciso momento de creciente desencanto y pesimismo, y desde el mismo centro de la metrópoli, cuando han comenzado a llegar los síntomas de un auge de ideas relacionadas con unas nuevas perspectivas críticas que recogen y desarrollan, parcialmente al menos, la propuesta educativa del pedagogo brasileño Paulo Freire.

El objetivo a perseguir es buscar un hueco, difícil de encontrar pero, que trataría de combinar el lenguaje de la crítica con el lenguaje de la posibilidad y el optimismo para con el futuro. Se trata de combatir el desencanto, desarrollar un pensamiento crítico que superando el determinismo desesperanzador y el inmovilismo frustrante, impulse acciones educativas transformadoras y analizar, intervenir y promover más justas, nuevas y mejores orientaciones en la práctica educativa con los más jóvenes, los menos favorecidos, la inmigración y el multiculturalismo tan presente en las escuelas.

Giroux coincide con su compatriota y lingüista Chomsky en mantener una postura distante de quienes no han sido conscientes de que oponiéndose a la sociedad de la información fomentan la exclusión social del alumnado peor situado.

Procura así mismo contribuir a una mayor comprensión crítica de la relación dialéctica que existe entre cultura educativa y democracia política, pues para él sí es posible extraer elementos críticos con los cuales enriquecer un pensamiento y unas acciones transformadoras. Sus orientaciones huyen tanto del comercialismo de Disney como de la crítica gratuita que no acierta realmente a poder percibir que en la actual sociedad de la información, las nuevas tecnologías aplicadas a la educación conectan mucho mejor con los deseos de los alumnos más jóvenes que una educación y que unas prácticas más propias de las escuelas de la sociedad industrial.

Apuesta Giroux por que los profesionales de la educación sean intelectuales públicos "en la oposición" pero sin considerarse por ello como marginales y vanguardistas "raros", profesionales solitarios, y menos que actúen a modo de "francotiradores" por libre. Dibuja unos profesionales de la educación cual ciudadanos críticos organizados, cuyas acciones y conocimientos colectivos se inscriben en la vida pública de la propia comunidad, reconstruyendo la esfera de lo público y de lo social. Perfila una pedagogía crítica.

Pero no pretende anclarse en enfoques críticos que sirvieron en otra época, y que hoy ya han demostrado su incapacidad para generar movimientos transformadores. Es beligerante con el conformismo, el desencanto y con el inmovilismo del claudicante "no se puede hacer nada".

En su libro Cultura, política y práctica educativa (Ed. Grao Barcelona, 2001), Giroux señala el camino para quienes desde sus ámbitos de actuación quieren ser transformadores eficaces en su entorno educativo y en su relación con los alumnos. Esboza el camino para los que se reiteran en reflexionar críticamente, y especialmente para quienes quieren hacerlo como "intelectuales públicos de oposición, colaborando y dialogando con todos los demás ciudadanos". Combate el desencanto social, el vital y también el educativo.

Ciertamente lo americano nos queda lejos, pero eso no quita que aires nuevos, apertura de ventanas y revolcón en algunas concepciones y valores nos sean cada vez más urgentes en la Euskadi docente. Es bueno, pues, elevar la mirada y observar: todas las aulas están muy cerca. Sudan futuro.

Son, siempre, reto de futuro.