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Escritura, mujeres y sexo

RECUERDO hace ya algunos añitos que se dio la coincidencia de que varias mujeres (Almudena Grandes, Marta Jaén, Ana Rosseti) publicaron libros de éxito, algunos de ellos premiados por una prestigiosa y "sonriente" colección hoy desaparecida de literatura erótica, en los que la prosa se paseaba por escenas de sexo explícito. El desasosiego fue grande ya que, por lo visto, las mujeres no podían/debían hablar de tales temas, reservado al coto masculino, como si el sexo fuese como aquel célebre brandy anunciado como 'cosa de hombres'. Tales apariciones llevaron a las escritoras nombradas a tener que soportar todo tipo de preguntas-sandeces de los morbosos periodistas; a alguna situación de tal tipo asistí perplejo por no emplear algún término más potente. ¿Usted ha hecho todo lo que cuenta? fue la significativa e improcedente pregunta que le fue planteada por el periodista de turno, muy imbuido de espíritu literario, a una de ellas que a punto estuvo de mandarle a la mierda lisa y llanamente.

Unos añitos más tarde un libro procedente del otro lado, norte, de los Pirineos también armó un enorme revuelo, tanto arriba como debajo de la cordillera nombrada. La cosa se las traía ya que la autora de un libro que adoptaba la forma de unas crudas confesiones y que firmada por ella hablaba de ella y de su ajetreada vida sexual, La vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet. Narraba la célebre directora de una revista de arte de campanillas, Art Press International, y comisaria de diferentes exposiciones internacionales, su propia vida de desfogue sexual, elevando no sé si decir a nivel industrial o a nivel agotador, o ambas cosas a la vez, ya que desde luego qué marcha?Para más INRI, el libro se publicó acompañado en su salida por una obra de su marido, Jacques Henric, en la que reflexionaba sobre cuestiones artísticas, relacionadas con el erotismo y el pensamiento filosófico-estético, al tiempo que mostraba numerosos desnudos, sin sofisticación, de su esposa en poses domésticas, entre otras.

Este tipo de escrituras realizadas por mujeres suele llevar emparejada la cuestión de los fantasmas y su género. Es decir, asoma la cuestión de saber si los fantasmas masculinos y femeninos van por los mismos derroteros deseantes o si mientras que los segundos se mueven más por la busca del cariño, la estabilidad y la protección (Alberoni dixit), los primeros se ensueñan más por la dominación, aquello de aquí te pillo aquí te mato, y a otra cosa mariposa. Así, por ejemplo, ¿la literatura escrita por mujeres que muestra violaciones o el deseo de ser dominada/violada es puro machismo o es la expresión pura y llana del deseo de las mujeres, al menos de algunas? Respuestas hay para todos los gustos, o disgustos.

Ahora el tema se vuelve a alborotar al ser puesto al orden del día por la publicación de un best seller de Erika Leonard James, que ha vendido cantidad de ejemplares al otro lado del charco (15 millones según los editores) del que ahora se presenta la traducción de la trilogía 'Cincuenta sombras' (Fifty shades): 'Cincuenta sombras de Grey', 'Cincuenta sombras más oscuras' y 'Cincuenta sombras liberadas'.

La propia puesta en escena de la presentación del libro en Barcelona da el tono: allá se pudo ver a la autora acompañada de una caja promocional en la que asomaban unas esposas (no mujeres casadas, sino esos utensilios para sujetar a los detenidos) amén de algunas gafas, lentejueladas, como tipo las del guerrero del antifaz. Entrevistadas algunas lectoras en la tele se oye a alguna de ellas defender la obra manteniendo que ante la carga, por partida doble, de trabajo y tareas domésticas, de muchas mujeres estas podían sentir la necesidad de entregarse y dejarse dominar como en busca de una dejación de las responsabilidades; textualmente vino a decir algo así como que a veces a una le entraban ganas de dejarse hacer todo, como para sentirse en un estado de abandono? Sin entrar en mayores, sí que da por pensar que una cosa es desear sentirse libre de preocupaciones y responsabilidades y otra bien distinta el dejarse hacer en el terreno sexual? lo que da por pensar de inmediato que estamos ante una cesión al masoquismo (en el libro de von Masoch, La Venus de las pieles era esta la que dominaba al varón) femenino ejercido sobre las mujeres, fantasmeo que quizá ponga a algunas mujeres pero que me da por pensar que más pone a bastantes hombres.

Mantenía Erich Fromm que en las relaciones de pareja siempre se complementaban el sadismo y el masoquismo en sentido no estricto (es decir, sin cuero, ni látigos, ni?), al adoptar una de las partes cierta tendencia a dominar mientras que la otra se mantenía como más pasiva; postura creíble (en el plano caractereológico) aun concediendo que la relación complementaria nombrada no lo es tanto, en el terreno sexual, como detallaba Gilles Deleuze en su estudio sobre Sacher-Masoch, pues al fin y al cabo a quien goza haciendo daño, al menos, no parece que le encante ver cómo su víctima goza, pues entonces el supuesto daño causado no es tal o lo es en el sentido de que sarna con gusto no pica.

En la ocasión que nos ocupa se da un ser masculino dominante que goza desde el inicio con tener enfrente a una mujer sumisa, que se deja hacer y se deja imponer lo que a él le rote a cambio de su cariño y protección. Tras penetraciones más bien fuertes y hasta el fondo, sexo oral, orgasmos varios y azotes en la entrepierna para calentar a la mujer entregada, Anastasia, esta se siente protegida ya que qué sería su vida sin el amo protector. ¡Qué casualidad que el dominante sea el hombre y la dominada la mujer! Ya decía Nietzsche (cierto que decía muchas cosas más) que cuando fueses con mujeres llevases el látigo, por no hablar de su inspirador y aquel cabellos largos ideas cortas?¡vaya! Y no parece suficiente acudir a las afirmaciones de la escritora francesa antes nombrada, Catherine Millet, en un texto recopilatorio de testimonios de las reacciones femeninas ante el porno, el erotismo, etc. ( Les femmes, la pornographie, l´érotisme. Seuil, 1978): "En cuanto a la reacción escandalizada ante las violencias ejercidas en algunos films, me temo que la gente- hombres y mujeres- no confunden la novela y la realidad. El film está compuesto de fantasmas, que no son más que imágenes. Creo que la hostilidad resuelta de algunas mujeres, feministas sobre todo, con respecto a la pornografía se explica así: ellas toman la ficción por la realidad. Yo por mi parte tengo tendencia a pensar que más vale expresar los fantasmas que pasar al acto?". Claro está, pero el problema sigue permaneciendo, ya que en la ficción se pueden, pongamos por caso, escenificar torturas, mutilaciones, muertes gratuitas, y aun siendo mejor esto que pasar a la acción, no resulta desde luego muy edificante que digamos o hasta podría darse el caso de que estuviese perseguido por la ley. Por una parte, queda por saber si tales fantasmas son del gusto masculino impostado a las mujeres, en el que estas siempre van de dominadas o de floreros, y por otra, si cierto tipo de arte resulta formativo, educativo, emancipador, o por el contrario no hace sino reproducir los modelos instaurados desde tiempo inmemorial, o en ciertos casos algo peor: delinquir y exponer modelos odiosos.

Varias son las consideraciones que vienen a las meninges tras la lectura de esta novela y vaya por delante que el sexo, obviamente, consiste en un juego al menos en gran parte y cada cual, siempre que haya consentimiento mutuo, juega a lo que le dé la real gana con quien quiera: por una parte, no cabe duda de que el atractivo de este tipo de historias puede alimentar ciertos fantasmeos, más bien masculinos aunque también el de algunas mujeres (dejando de lado que siempre ha habido gente con alma de esclavo); por otra, lo atrevido y picante del asunto puede conducir a jovencitas, y jovencitos, a acercarse a tal historia en busca de información y de escenas de sexo duro utilizándolo a modo de manual de aprendizaje (como en su tiempo, mutatis mutandis, se empleaba a modo de iniciación el Técnicas sexuales modernas o los libros de sexología de Masters & Johson), y aun no estableciendo una directa relación causal (¡ ponga un Grey en su vida !) adoptar el rol de dominante/dominada (lo pongo en femenino siguiendo la lección del libro), reforzando los roles habituales en el pensamiento dominante (el del macho) que marca las pautas, los gustos femeninos, los modos de vestir femeninos? para gustar al varón? luego siempre hay alguna Esther Vilar de turno -¿será algo cíclico?- que hablará de que este está "domado", a pesar de las apariencias, por la mujer dominante; ahora en forma de novela se nos vende lo atractivo que le resulta a la mujer ser dominada, y dejarse hacer por el varón dominante, siempre que este luego les haga mimitos y las proteja (¿de quién? ¡pobrecillas!), y siempre que no se pase, aunque en ciertas situaciones también da por pensar que en los fragores del "combate" se puede escapar la mano casi por necesidad, pues sabido es desde los tiempos del yerno de Muhammad y primer iman chií , Alí, que "Alá dividió el deseo sexual en diez partes, y de ellas dio nueve a las mujeres" de ahí se sigue impepinablemente que a las mujeres se las ha de controlar (las costumbres más brutales recurrirán hasta a la mutilación) pues si no su deseo siempre dispuesto lleva a los pobres hombres (gárrulos masculinos) a la locura del desenfreno y la lujuria sin límites? lo mismito que Eva, o que Pandora, o?y eso no se puede permitir ya que primero el hombre-rey, y no hace falta sino seguir la constatación por parte de la antropóloga Françoise Héritier, seguidora de Claude Lévi-Strauss, que en el estudio de los mitos fundacionales, y sus posteriores secuelas subrayaba "el valor diferencial de los sexos": el varón (civilización/razón/orden/ positivo/universal/calor/seco/esperma/activo/superioridad) y frente a él, la mujer (naturaleza/emoción/caos/negativo/particular/frío/húmedo/sangrepasivo/inferioridad), y?así oye.