Cartas a la Dirección

El arte es un tributo a la propia humanidad del hombre. Todo el gran arte siempre es producto de una habilidad técnica extraordinaria. Hay que saber leer esa habilidad en sus mínimos detalles. Un gran artista como Eduardo Chillida ha sabido mantener esa coherencia. El arte es solo arte. Pero por mucho que sea el esfuerzo por entender una obra, por mucho que sea el esfuerzo puesto, nunca se llegará a comprenderla en su complejidad. Sobre todo en las obras de arte más excelsas. Aunque la viabilidad del museo Chillida-Leku debiera de su necesaria, debido a la dimensión artística y el valor escultórico que representa, su apertura no haría que hubiese más interés real por las obras de la que había antes de su cierre. Sin olvidarnos de que en toda intervención, existe la posibilidad del fracaso.

La familia Chillida no quiere establecer compromisos con las instituciones, solo que cuando haya beneficios estos se privaticen; cuando llegan las pérdidas, en cambio, las pérdidas se socialicen. Si lo único que interesa a la familia, dicho por ellos, es trabajar por preservar la obra de Eduardo, cedan las instalaciones con un mínimo de acuerdos a las instituciones. En su día, estos ofrecieron adquirir toda la obra por valor de 80 millones, 50% de lo que significa la tasación en el mercado. A decir verdad. Ante la gravísima situación de la economía actual, pienso que lo correcto sería anteponer la situación de miles de familias en ruina total, a cualquier proyecto de museo por muy bello y digno que sea. Más cuando dicho museo ha sido rechazado por el público ausente.

El propio Eduardo llegó a pronosticar que era un sueño, una utopía. Para terminar, mi homenaje personal al artista, que es el homenaje al hombre que en sus dones especiales me ha hecho vibrar emocionalmente. Siempre me quedará la posibilidad de contemplar su Peine del Viento.

Iñaki Regil Iriarte