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'Simplicius' y las corbatas

Según la historia pequeña, la corbata apareció en nuestra cultura en el siglo XVII, formando parte del uniforme de un regimiento de mercenarios croatas al servicio del rey de Francia, y de croata vinieron "cravate" y corbata. Gustó a los franceses y poco a poco se fue incorporando a la vestimenta masculina internacional como un adorno complementario, hasta ser imprescindible en el hombre correctamente vestido. Con el tiempo, el toque de distinción que esta prenda presta a su usuario ha venido a tener el valor añadido de ser una prueba de deferencia y respeto a los demás, ya que ponérsela para ver o estar con alguien o ir a algún sitio determinado, significa que el que se la pone está cuidando su imagen en atención al interlocutor que va a ver o al lugar que va a visitar. Hoy ha descendido mucho su uso y justamente por eso los que habitualmente no la usan, dan a entender cuando se la ponen, que están dando a una importancia especial a la persona o personas que van a ver o al acto al que van a asistir.

El pasado 18 de octubre, el palacio donostiarra de Aiete se reivindicó de sus siniestros 40 años de historia franquista acogiendo la celebración de una Conferencia de Paz, precursora del fin de la violencia de ETA. Con esa ocasión, Simplicius y todo el mundo vimos encorbatados a don Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, y a don Rufi Etxeberria, miembros ambos y distinguidos dirigentes y representantes de un grupo político en el que no es habitual el uso de dicha prenda. Por cierto, no estaría de más que el señor Garitano explicara porqué se puso corbata ese día y no se la puso cuando tomó posesión del cargo de diputado general de Gipuzkoa. ¿Acaso la Diputación de Gipuzkoa y los guipuzcoanos no le merecemos suficiente consideración? Pero sigamos a Simplicius que, sumamente complacido, entendió que en Aiete la puesta de corbata era una muestra de respeto y deferencia a la importancia de las personas asistentes y a la trascendencia del acto, e incluso quiso ver el asomo de un cambio de postura de la llamada izquierda abertzale ante las demás ideologías de Euskadi, en la inmediata nueva situación a la que nos lleva feliz e inexorablemente el fin de la violencia. Simplicius recuerda cómo durante años y años la llamada izquierda abertzale se ha volcado en defender su todo o nada, apoyando la violencia de ETA e insultando grave y constantemente a los que no apoyaban su totalitarismo. Así, de fracaso en fracaso, ha llegado hasta el triunfo de reconocer la inutilidad de su acción. Hoy acepta y defiende la lucha política pacífica, incluso parece que la han inventado ellos. Para eso han pasado Loiola, Argel, Lizarra, Garazi y no sabremos nunca cuántas conversaciones más y seguían en el mismo camino del que hora abominan, y Simplicius se pregunta si sabrán esta vez aprovechar la ocasión que ahora se les presenta de hacer política pragmáticamente positiva. Hace poco tiempo oía decir Simplicius a un comentarista especializado en Oriente Medio que "los palestinos árabes no pierden una oportunidad de perder una oportunidad". Simplicius confía en no tener que decir lo mismo de la izquierda abertzale el día de mañana.