La dictadura militar franquista ejerció un verdadero terrorismo de Estado contra el pueblo vasco al par que ejerció un continuo atentado contra las libertades de la ciudadanía a lo largo y ancho del territorio estatal, que anuló la voluntad de las otras nacionalidades históricas. Tortura, imposición ideológica férrea, censura sobre cualquier vestigio identitario, asfixia del idioma nacional de este pueblo, ocultación de su memoria histórica? Sin libertades de reunión, de asociación, de expresión, los nacionalistas vascos éramos independentistas por propio instinto de supervivencia.

De ese caldo de cultivo nació ETA. ETA fue producto, fue resultado del régimen franquista; insisto en que sin un régimen como el franquista es casi imposible creer que hubiera podido existir ETA. No dejéis que esto os lo escondan, no dejéis que lo disimulen con mil argucias, no consintáis que nadie lo tergiverse. Ni siquiera la Iglesia, tan distinta hoy de aquella Iglesia vasca luchadora y antifranquista que estuvo arriesgadamente al lado de la verdad y de la libertad.

Hoy no existe el franquismo más que en las secuelas postreras que arrastramos de aquel nefasto régimen, en nuestra memoria colectiva, en las vivencias de todos cuantos lo padecimos; pero sigue existiendo un amplio espectro social que ni quiso en la transición condenar el franquismo ni quiere condenarlo hoy día; que solo quiso y sigue queriendo pasar página y mirar hacia delante para no despertar ni agitar los fantasmas del pasado. Hay que destacar que lo más destacado de ese espectro va a llevar de aquí a un par de meses el timón del Estado en cuanto a política, economía, comunicación y entretenimiento, relaciones internacionales, a prospectiva, en definitiva, se refiere. Así lo afirman todas las encuestas. Y por tanto nuestro sentimiento independentista, nuestro sentimiento en defensa de la identidad nacional vasca, se sensibiliza frente a los más que posibles riesgos de una identidad nacional más extensa que trate de asfixiarlo, frente a los excesos de una voluntad nacional española que trate de anularlo.

Por otra parte, hay que reconocer que vivimos momentos de máxima esperanza porque la pacificación es la llave para un nuevo escenario más diáfano para Euskal Herria. Estamos convencidos de que el momento actual es histórico e ilusionante porque el portal nos está empezando a dejar ver luz al otro lado. Pero ni está abierto del todo ni, desde luego, está afianzado.