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Políticos en bañador

lA ministra Leire Pajín ha ido a la playa y se ha armado la marimorena. No es santa de mi devoción la guipuzcoana pero de ahí a que se le despelleje por ponerse en bikini y salir a tomar el sol, hay un buen palmo. La mujer aparece en las fotos con algunos kilos de más, con vestimenta nada favorecedora y con el pelo retirado como si se fuera a dar un baño -que ya me dirán ustedes para qué se va una a la playa si no- y esas mismas pintas que lucimos medio mundo por estas fechas termina llenando las páginas de algunos periódicos que la tachan de incumplir sus recomendaciones de dieta sana para terminar insinuando que Pajín no es, ni de lejos, cuerpazo de pasarela. No me huele nada bien tanta saña. Más que nada, porque atufa a misoginia. La cosa es que si a las ministras hay que elegirlas para competir con Claudia Schiffer en tipazo, con Monica Bellucci en exuberancia y con Penélope Cruz en estilo, yo me pido un Harrison Ford para ministro de Interior, un Brad Pitt para Fomento y, por supuesto, un George Clooney -ahora que está libre para la humanidad femenina- de lehendakari. Si a los Rubalcaba, Pepiño BlancoPepiño, Patxi López o Garitano de turno los pillara un paparazzi en la playa de Mutriku paseando en la orilla nos decepcionarían sin pectorales, tabletas y torsos suaves que echarnos a la vista. Diríamos que son hombres normales en traje de baño y nunca esperaríamos de ellos que subieran a un desfile a lucir palmito. Pues lo mismo debería ser para las mujeres que se dedican a la política, a las que se les ficha más por el movimiento de sus neuronas que por su cintura de avispa. Que ya está bien.