Después del 22-M, los candidatos que hayan obtenido escaño en los distintos ayuntamientos y parlamentos regionales estarán eufóricos y verán colmados sus deseos de poder y de comer del pesebre público durante los próximos cuatro años. Irradiarán felicidad y se mostrarán agradecidos a sus votantes, al pueblo llano que está sufriendo en sus carnes los rigores de la crisis económica. Para ellos, para los elegidos, es la democracia la única ganadora en estos comicios. Los únicos perdedores serán los de siempre: los parados y los que a duras penas pueden llegar a fin de mes. Que son cada vez más.
Pero, sin afán de desanimar a nadie, y por razones ajenas a la voluntad del ciudadano de la calle, puede que algún Parlamento regional que resulte de esta convocatoria electoral no llegue a cumplir la totalidad del mandato de cuatro años. Porque, según los derroteros que va tomando la economía, todo parece indicar que la mayoría de las actuales comunidades autónomas no van a superar el crack de 2012. Es en este año fatídico cuando un vendaval va a arrasar la península y se va a llevar casi todo por delante. Porque España, querámoslo o no, va a entrar en bancarrota. Y nuestros acreedores lo saben. Los resultados de las pruebas de estrés a la banca, que se publicarán el próximo mes de junio, podrían provocar un nuevo contagio de la crisis de deuda a España que obligue al rescate. Al temido rescate.
Los rumores de la prensa económica internacional hablan abiertamente de bancarrota y rescate. El diferencial con el bono alemán a 10 años, que sigue oscilando entre 220 y 230 puntos básicos y es lo que se ha dado en llamar la prima de riesgo española, es una barbaridad y es un indicador de la gravedad del problema. No hay que olvidar que los dos bonos se emiten en euros y si el mercado descontase que el riesgo de quiebra de los dos países fuese el mismo, un bono emitido por el Gobierno alemán y otro emitido por el Gobierno español deberían ofrecer las mismas rentabilidades.
Y estos rumores que circulan por la Unión Europea y que no tienen visos de ser falsos, adquieren todavía mayor firmeza si hacemos caso al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que aseguró recientemente que sin el plan de ajuste aprobado hace un año, España probablemente hubiera tenido que ser rescatada por sus socios del euro, tal y como ocurrió con Grecia (mayo de 2010), Irlanda (noviembre) o Portugal (abril). "Hace un año nos jugábamos muchísimo. Si no hubieran salido adelante las reformas económicas, es muy probable que hubiéramos tenido que pedir dinero a las instituciones europeas", dijo Zapatero.
Europa, en su conjunto, tampoco va bien. El Reino Unido tiene grandes problemas con su deuda. Las cuentas públicas de Italia, por poner otro ejemplo, están mucho peor que las nuestras, pero los italianos han dicho por activa y por pasiva que, al más mínimo contratiempo con la Unión Europea dan un portazo y se van de Europa. Y el resto de Europa lo sabe. España es otra cosa. El caso español es un caso aparte. Tenemos complejo de inferioridad y se nos nota. Nos aferramos a Europa y al euro como tablas de salvación. Pero el euro, lejos de ser la panacea o el remedio a nuestros males, tiene como único respaldo el conteo estadístico de cada país miembro, no está respaldado por el tesoro conjunto de los países miembros y tampoco está respaldado por sus haciendas públicas, por sus recaudaciones.
De producirse el rescate de España, eso marcaría el inicio de un drástico proceso de reestructuración (medidas de ajuste a adoptar, efectividad de las mismas, coste social y económico, cambios inducidos en la economía derivados de las mismas y resultado final, junto con los plazos involucrados en el proceso). Ya nadie que sea mínimamente realista discute la necesidad del rescate, se discute la fecha del mismo y el importe.
¿Qué va a pasar cuando nos intervengan? La respuesta es que ya nos intervinieron en mayo de 2010. El Gobierno ha perdido su autonomía en la gestión del país y recibe las instrucciones desde Bruselas, todo ello englobado en un proceso de tira y afloja, pues es normal que no le haga ninguna gracia tener que adoptar medidas que saben les acarrea un fuerte coste.
Consecuencias del rescate. La caída de la demanda interna, que rondaría entre un 20% a un 30%, provocaría el cierre masivo de comercio local, empresas dependientes de la Administración y, a través de cadenas de morosidad, de otra buena parte de empresas. Este efecto, de nuevo, se verá potenciado por el incremento de impuestos y precios públicos, deprimiendo todavía más la demanda e incrementando el paro, que en el suelo de la crisis que ahora va a empezar, se situaría en el entorno de los siete millones de parados reales.
La intervención económica de España responde al deseo de Sarkozy y Angela Merkel, aterrorizados por el comportamiento de los mercados y por el efecto arrastre que saben muy bien terminará devastando el euro y asfixiando sus propias economías. Tienen dos opciones: abandonar el euro, ser los primeros en abandonar el barco, o embalsamar el euro, cerrar todas las compuertas y tomar el control de las compuertas (beneficiándose de dicho control). No tienen más opciones.
La Unión Europea ensayará la degradación política de España, Grecia y Portugal, su sometimiento, su conversión, de facto, en colonias. Los españoles no aceptaremos de buen grado los sacrificios severos incluidos en la intervención económica de España. Ser colonia es muy humillante. Los españoles estamos demostrando, con nuestra inacción y permisividad con las acciones de gobierno, no estar nada interesados en aceptar y asumir la gravedad de la situación económica por la que atravesamos. Si la iniciativa no fuera posible, por rebelión, se procederá, sin otra opción posible, a la voladura controlada de la Unión Monetaria Europea. El fracaso de la Unión Europea será el éxito de las naciones que se pongan a trabajar.
Existe una posibilidad para salvar la economía española y pasa por iniciar una ambiciosa y profunda reestructuración en el estado de las autonomías. Es inviable económicamente el sostenimiento de 17 comunidades autónomas. La deuda de éstas ha llegado a límites insoportables, ya que aumentó un 31,7% en 2010, hasta registrar 115.455 millones de euros (el 10,9% del PIB), la cifra más alta de toda la serie histórica, según datos del Banco de España. La Unión Europea va a exigir una severa reducción del número de autonomías, que podrían quedar en seis o siete como máximo, cumpliendo cada una de ellas, entre otros requisitos, el de tener una población superior a dos millones de habitantes. Con esta reestructuración que se avecina, comunidades como Cantabria, Navarra o La Rioja deberán optar por integrarse en otras comunidades vecinas.
Argumentan los expertos que España es demasiado grande para caer….y demasiado grande para ser rescatada. En lo sustancial España está tan mal como en mayo de 2010, Es verdad que se recortó el déficit público, pero el peso de la deuda -la declarada y la por declarar; la pública y la privada- es demasiado handicap para una economía que no crece.