Si intuyo bien la emoción hasta la náusea que vivió Ángel Olaran, ante todo lo que rodeaba al acto de entrega de la medalla de oro por el diputado general, la comparto. Presentó a modo de alegato, ese histórico cuadro de un tercer mundo con su dignidad humana hecha añicos. Destrozo emocional provocado por el choque entre promesas incumplidas (en Haití no han recibido más que un 20%) y la cruda realidad que sufren día a día: 100.000 personas muertas de hambre al día, siendo casi una tercera parte niños.

Solo en África medio millón de madres mueren al año al dar a luz, por falta de asistencia... en el continente más rico y a su vez más empobrecido de la Tierra.

Europa, el continente más pobre y a su vez el más enriquecido del planeta.

¿Quién en el Parlamento europeo va a presentar una moción para crear una ley de recuperación de la memoria histórica para con este continente en aras a que sus gentes recobren la dignidad humana?... ¿y la alianza de civilizaciones?

Europa, el más pobre de los cinco. Un continente que hace siete siglos estaba asolado por la peste y las hambrunas, hasta el punto de que los padres antes de ver morir a sus hijos en casa, se veían forzados a abandonarlos en el bosque; el cuento de Cenicienta en versión original. Se desdramatizó esta versión, cuando Europa prosperaba con la llegada de las primeras mercancías de ultramar; así sacaron a los padres del cuento, metiendo a la madrastra.

Olaran mencionó tres carabelas que llegaron a América, sabiendo que trajo consigo el secuestro de jóvenes africanos por negreros que vendían a europeos para esclavizarlos en campos de trabajo. Jóvenes de un continente filón de enriquecimiento de muchos estados europeos, esquilmado hasta la agonía. No devolvemos ni el 0,7%; damos por caridad lo que nos sobra y no por justicia lo que se les debe. No se trata de enviar, sino de ir a darles arrope técnico y humano; pues si en su día les hicimos esclavos y hoy les mantenemos esclavizados económicamente por la deuda y abandonados a muerte por hambre y enfermedad -esto sí que no es un cuento- aquí también es de justicia hecha ley y no de voluntariedad, un plan de rescate para reparar la huella que hemos dejado los europeos.

Arrasamos nuestra única riqueza natural: los bosques, para poder llegar con navíos a ese continente y dejar hecho el cuadro que hoy con su dolor y ausente de toda solemnidad, nos presenta Ángel Olaran. Testigo ante nuestra conciencia y acicate para exigir a los gobernantes y jerarquía católica, una regeneración de la memoria histórica y los valores humanos. Terminar, o como mínimo parar, la creciente polarización extrema entre élites y desheredados.