El futuro modelo económico y la innovación social
Después de varios años de convivir con una situación económica de incertidumbre y con la hilera de noticias que van progresivamente minando la solvencia de un sistema económico inexpugnable hasta hace unos pocos años, nos enfrentamos al momento de la verdad. El deterioro progresivo no es sino un síntoma de la debilidad de un sistema que necesita nuevos aires y nuevas formas de enfocar lo cotidiano. Cuando nos referimos a los cambios de un sistema -sea del tipo que sea- podemos entender y expresar que existen diferentes grados de profundidad en el cambio.
El primero llamado superficial es el que consiste en la modificación de los parámetros cuantitativos de los impuestos, de las edades de recibir ciertas prestaciones, de las condiciones de apoyo a colectivos y otros cambios que desplazan costes y recursos de un lado para otro. En esencia es la redistribución de cargas y de fuentes de ingreso dentro de un modelo que pervive en esencia tal y como era. Podemos decir que son reformas econométricas, y de distribución que han servido para reorientar los déficits y los presupuestos con determinadas políticas más o menos sociales.
El segundo nivel, que llamaríamos funcional, consiste en un distinto reparto de funciones entre entes públicos y privados, como se anuncia a través de la redistribución de ministerios y la concentración de funciones publicas. En otras ocasiones se ha recurrido a la privatización de actividades públicas, obteniendo una fuente extraordinaria de ingresos. Estas medidas tienden a reducir los gastos de lo público, buscando una mayor eficacia de los recursos comunes. La racionalización de los gastos, la limitación del uso de medios por los agentes públicos y la distinta distribución y dimensión de funciones tiende a limar y simplificar actuaciones antes costosas, que no aportan tanto valor como el que se supone. La nueva función pública, las competencias de los servicios, y en la que destacaríamos la modernización tecnológica de la Administración, está en este capitulo.
Y hasta aquí lo que habría cambiado es algo que no atañe directamente al ciudadano en sus formas de entender el modo de relación con los demás, con los individuos de cerca y de lejos, con ese estado que representa a la totalidad de sus conciudadanos. Seguimos pensando como individuos en el estado del bienestar, que nos ha de resolver nuestro presente y futuro. Es muy posible que con estos dos niveles y sus cambios, no tengamos suficiente en la solución a los problemas, porque necesitamos un cambio desde la concepción que de la sociedad tienen los ciudadanos y de los supuestos básicos con los que vivimos. El cambio de modelo, cuando llegue, vendrá de abajo a arriba.
La innovación social está en este tercer nivel del cambio, donde se formarán nuevos modos de entender la relación entre los ciudadanos y los recursos comunes a los mismos, con otras formas de entender el ahorro, el tiempo de trabajo, la actividad productiva y especulativa, el impacto ecológico, la función de la unidad familiar, la educación extendida, el consumo, la atención a otros, la vivienda y el transporte, es decir, lo que nos ocurre en lo cotidiano. Los sistemas en los que confiamos, el estado del bienestar, los bancos, los partidos políticos… se hacen cada vez menos confiables y esto conduce a una inseguridad colectiva que descalifica los pilares del modelo vigente y que activará nuevos modos de comportarse.
Por poner un ejemplo, sabemos que las tasas de envejecimiento conducen a una dimensión inabordable de recursos económicos si la atención a los mayores está en clave de monetarización pública o privada de los servicios asistenciales. La innovación social puede dar lugar a una forma distinta de entender las relaciones individualistas en la forma de vivir en comunidad hacia fórmulas de interdependencia. Sólo así es posible que, con innovaciones sociales, que lo serán de concepto y de nuevos modos de relación podamos dar salida a los problemas a los que vamos a hacer frente en los próximos años. Y esto será aplicable al trabajo, a la generación de riqueza social, al uso de recursos comunes y a otras formas de organización de la propiedad y el uso de los recursos.
Si se debe cambiar de modelo económico, y debe ser cierto, evitemos hacer simples maquillajes de números y abordemos a tiempo lo sustancial que es como valoramos las cosas y las prioridades sociales a las que damos respuesta con nuestra forma de vida. Una reeducación profunda en comportamientos y valores nos espera detrás de este cambio de modelo económico. La innovación social consiste en saber elegir bien estos cambios que requieren simultáneamente aceptación de la realidad, humanismo, valentía, serenidad, compromiso, confianza y visión a largo plazo.