Otras formas de atemorizar
Recientemente se han producido distintos episodios de llamada kale borroka -mejor, delincuencia callejera, sin más- acaecidos en medio de las fiestas de pueblos y ciudades de nuestro territorio. Cualquiera podría pensar que pudiera ser una estrategia diseñada porque coincide que, cuando por las razones que sean disminuye la actividad de la banda terrorista, los "activistas" de la kale borroka incrementan sus acciones. Es posible que la razón sea recordarnos a todos que siguen ahí, que, de momento, sólo queman cajeros y contenedores, tiran pintura contra una sede o un cuartel, ponen artefactos explosivos en portales?, pero que no olvidemos que nos están perdonando la vida.
Tienen razón. Sí, efectivamente, ellos pueden aterrorizarnos con sus amenazas y agresiones. Ellos pueden presionarnos con los más indecentes chantajes. Ellos pueden matar a cualquier ciudadano y ampararse en su causa cuasi divida, en su "lucha". Nosotros no podemos hacerlo. Y no lo hacemos porque defendemos esa fundamental diferencia que nos distingue de quien se deshumaniza para cometer cualquier brutal atropello contra otro ser humano.
Todos deseamos que esta pesadilla termine, pero es evidente que aún queda gente que se resiste a aceptar su trágico error.
Isabel Urkijo
En 1984 el Gobierno de Felipe González, pensando que con una flexibilización los problemas del paro se solucionarían, creó una nueva ley laboral que permitía la contratación temporal, sin causa justificada, algo que no ocurría en ningún otro Estado europeo, ni siquiera hoy y la introducción de las ETT, en el mercado laboral. Entre 1985 y 1990 se da un periodo de expansión económica, creándose casi dos millones de puestos de trabajo, aunque el crecimiento también de la población activa hizo que el paro se quedara en el 16,2%, al final de la fase de expansión económica. Pero también se dio una nueva característica en el mercado laboral: la ley de 1984 ahora había creado un factor de pobreza y exclusión social muy importante, la temporalidad, que duplicaba al resto de los miembros de la CEE. Empleos que antes eran fijos ahora eran temporales y en peores condiciones, con lo que la posibilidad de formar una familia o comprarse una casa se hizo mucho más difícil. De 1991 a 1994 el paro llegó a su cifra más alta en la historia, desde que se contabiliza, alcanzando el 24,2%, dándose cuenta el Gobierno central de su error, se reformó el mercado laboral, pero no se eliminó la legislación perjudicial que había introducido.
Aquí comienza una nueva fase de expansión desde 1995 hasta 2008, que hizo a España volver a tener una tasa de paro equiparable a la de los países de su entorno, situándose éste en el 8,3% antes de la crisis. Las mujeres pasaron de ser el 34% de la población activa a principios de los noventa, a representar el 55%, la temporalidad siguió siendo el punto negro económico y, lo que es peor, donde nadie hacia lo que tenia que hacer.
Hace dos años comenzó la crisis, produciéndose, en primer lugar, un mayor numero de despidos entre los temporales, aunque esto no ha evitado que seamos el Estado miembro con más temporalidad, un 25%, con la salvedad de Polonia, que es un país en vías de desarrollo. Es por ello que las medidas de este Gobierno, son tan erróneas como las de González en 1984. Bajar la indemnización por despido de 45 a 33 días sólo generara más pobreza y miseria entre los nuevos parados. Los empresarios, para colmo, no sólo podrán despedir más fácilmente, sino que parte del despido lo pagará el Fogasa, es decir el Estado.
Si lo que realmente quisieran es solucionar el enorme problema del mercado laboral, lo primero que deberían hacer es igualar la indemnización por despido, tanto para fijos como temporales, para así quitar las ventajas de los empleos temporales y mantener su mayor fiscalidad. En segundo lugar, aumentar la inversión en formación secundaria, que está situada en un 2,9% del PIB frente al 3,6% de la UE de los quince, lo que haría mejorar el nivel educativo. También aumentar la educación obligatoria hasta los 18 años, hacer que las formaciones profesionales pasen a ser de tres años, lo que supondría igualarla a la media comunitaria, y, para finalizar, fortalecer el sistema universitario, ya que la inversión comunitaria es del 1,15% del PIB frente al 1% del Estado, para una población estudiantil que representa el 14% de su generación frente al 10% de la UE. En especial el incremento debería hacerse en la formación de personal de tercer ciclo, en investigadores y especialistas, hoy muy escasa.
Por ello, el 29 de septiembre los jóvenes debemos salir a la calle para protestar contra nuestras precarias condiciones laborales y sociales, ya que estamos el 40% en paro y la otra mitad de temporales, con apenas 900 euros de salario al mes y, para colmo de males, aún pretenden subir la edad de jubilación hasta los 67 años, con lo que nuestro paro aumentará, porque nos quieren quitar lo que es nuestro. El 29 de septiembre hay que salir a la calle.
Guillermo Samanes Olleta