Dicen que es la mejor película que se ha rodado sobre la invasión de Irak. Hasta el pequeño revolucionario Evo Morales quedó maravillado con el mastodonte supertaquillero del año. El presidente boliviano declaró que el argumento de Avatar es un paralelismo con su lucha por la protección de la madre tierra y una profunda muestra de resistencia al capitalismo. A pesar de ello, la reaccionaria Academia de Hollywood seguro que premiará la simplona alegoría de Cameron, reprobando así la labor de su clase política, como la del último Bush. A nivel patrio, el hastío que provocan los políticos ha quedado reflejado en el ultima encuesta del CIS. Tras el paro y la economía, es la clase política el tercer problema para la ciudadanía. Luego vienen clásicos como la vivienda, el terrorismo o la corrupción. La conclusión es blanca y viene en botella: los políticos tienen la culpa de todos nuestros males y son peores que la ETA. Es natural que frente al poder corrupto -perdón por la redundancia- la reacción popular sea simpatizar con los rebeldes. Si bien no se puede justificar el terrorismo, con ellos sabemos a lo que atenernos, son una trágica coherencia. La traición de un político es más difícil de sobrellevar. Cuando los miembros de un gobierno -elegidos por sufragio universal para solucionar problemas- se convierten en el problema, queda poco salvavidas al que aferrarse. Son ellos los que cierran periódicos, sufragan el terrorismo de Estado, incumplen los Derechos Humanos, y mienten a ritmo de mantra: cada etarra detenido es el "número uno" de la cúpula y ETA está a punto de desaparecer. La honradez y credibilidad de la clase política está muy desgastada. Y empeora cada vez que surge un nuevo partido político, que en Gipuzkoa son como gremlins bañándose en una piscina pública. Siempre he defendido el diálogo frente a las armas -de ambos lados-, pero conocido el poder corruptor de la política, casi prefiero que la izquierda abertzale no comunique nada nuevo. Politika kanpora!
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