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"Los niños de Gernika", los otros santos inocentes

una de las secuelas más trágicas de las guerras son los sufrimientos infligidos a la población civil y, especialmente, a los más débiles. El Guernica de Picasso representa "el símbolo de las atrocidades de la guerra moderna". Los bombardeos indiscriminados sobre la villa vasca durante casi cuatro horas, el 26 de abril de 1937, un día de mercado, fueron un anticipo de lo que poco después sucedería, a gran escala, en la II Guerra Mundial. Los líderes fascistas vieron en la Guerra Civil española el laboratorio perfecto para poner a prueba una nueva generación de aviones que llevaran el conflicto armado a una dimensión completamente nueva. Gernika no era un objetivo militar, era una villa símbolo. Quedó literalmente arrasada. Un apocalipsis del que nunca se supo el número oficial de víctimas. Fue el precio que tuvo que pagar la obstinada resistencia vasca.

Los bombardeos se prolongaron después sobre Bilbao. Ante el pavor que causaban los modernos aviones alemanes de la Legión Cóndor, al servicio de Franco, y barruntando lo que se les venía encima, muchos padres vascos se vieron obligados a evacuar a sus hijos al extranjero. Ina, una donostiarra de 82 años, me cuenta cómo sus padres pensaron en evacuarles a Francia. Miles de niños, inocentes, salieron exiliados con destino a Francia, Rusia, México y Gran Bretaña. El éxodo de los niños de Gernika, el primero protagonizado sólo por niños, supuso el mayor contingente de exiliados llegados a Gran Bretaña de una sola vez.

El pasado 12 de diciembre, en el programa La noche temática, de la La 2, se emitió un excelente documental de producción británica, Los niños de Guernica, donde se vertían imágenes, comentarios y recuerdos de los protagonistas de aquella odisea cuya expedición estaba lista para partir al exilio el 21 de mayo de 1937. Muchos han muerto. Los que aún viven, son octogenarios. La expedición, con 4.000 niños vascos que huían del horror, partió hacia las costas de Gran Bretaña, desembarcando en el puerto de Southampton (famoso por la partida del Titanic). Los niños fueron instalados en un macro campamento, en Eastleigh, cerca de Southampton. ¿Por qué se ha ignorado un acontecimiento histórico tan fundamental?

Entre los recuerdos de quienes hoy perviven permanece la imagen, congelada, de cuando sus padres, entre abrazos y sollozos, les llevaron hasta el puerto para embarcarlos en el buque La Habana. "Mi madre estaba embarazada y tuvo que llevarme mi padre al puerto. Aún sigo recordando ese momento de pena y dolor cuando mi pobre padre se dio la vuelta de repente y se marchó una vez que me entregó", cuenta Herminio Martínez. Otra superviviente (la menor de tres hermanos), recuerda cómo se agarraba a las faldas de su madre, teniendo que llevársela a rastras hacia el barco sus dos hermanos. Los niños iban con lo puesto y unas mudas. "El mar estaba embravecido, viajábamos apiñados en la cubierta. Mareados, caíamos al suelo y nos rebozábamos con nuestros propios vómitos".

Fue una estancia desesperadamente duradera. Ninguno pensaba que Franco se agarraría tantos años al poder. "Nos dijeron que veníamos para tres meses, como unas vacaciones largas. No nos dábamos cuenta de lo sería que era aquella situación y lo que llegaría a ser", cuenta Laura Williams. Otro superviviente recuerda cómo el La Habana fue interceptado por un barco de los sublevados (el Cervera). "El capitán de éste envió un mensaje al La Habana para que retornara a puerto si no quería que lo hundieran. El buque se dio la vuelta pero, por fortuna, su capitán envió mensajes a barcos ingleses por la zona y aparecieron dos cruceros de combate, garantizando la seguridad del La Habana". Ya en suelo inglés, cuando los niños divisaron el Basque Children"s Camp, pensaron, en su inocencia, que aquello era "un campamento de indios".

Aquel éxodo fue posible a pesar de la oposición del Gobierno británico, "más preocupado por apaciguar a Hitler que por echar una mano al Gobierno legítimo de la República". En septiembre de 1936, dos meses después de producirse el sangriento Alzamiento, Gran Bretaña se había mostrado muy ambivalente, haciendo oídos sordos a la petición de ayuda del Gobierno de la República. Gran Bretaña ayudó a negociar el Tratado de no Intervención y las principales potencias europeas abandonaban a su suerte a la República. Pero Alemania e Italia siguieron abasteciendo de gran cantidad de armamento a Franco. Una de cuyas consecuencias sería el despiadado bombardeo sobre Gernika.

"Antes del bombardeo de Gernika ya se había planteado la idea de la evacuar a los niños vascos a otros países". El Comité Nacional Conjunto para socorrer a España ya había presionado al Gobierno británico. Pero éste, acogiéndose a que ello supondría una vulneración del Tratado de No Intervención, rechazó esa idea humanitaria. "El embajador llegó a argumentar que acoger a los niños vascos permitiría que los vascos resistieran mucho más ante el acoso de los nacionales, lo que supondría una intervención en la guerra". Fue a raíz del bombardeo de Gernika, con la desbandada de su población a la vecina Bilbao, lo que hizo cambiar al Gobierno británico: "Temía que si el Comité Nacional Conjunto para socorrer a España evacuaba a gran cantidad de niños y los dejaba en las cercanías de Portsmouth, el Gobierno no podría devolverlos sin acarrearle grandes protestas públicas".

El acogimiento de los niños fue posible gracias a la presión popular británica. Se había convocado una "reunión de emergencia en la que se implicaron sindicatos, la iglesia católica, scouts, empresarios de la región y la universidad. Urgía buscar un emplazamiento" para los niños vascos. Pero el Gobierno británico dejó claro que él no aportaría una sola libra de las arcas públicas para costear la evacuación y que ésta se haría sin tener en cuenta las adscripciones políticas de los progenitores de los niños. Su política de no intervención se mostró vergonzosa: "Nos daban seguridad a la par que dispusieron que el Gobierno no daría un solo centavo para nuestra manutención. Algo que no sucedió en otras partes".

El País Vasco, fiel a la República, había quedado aislado en medio de los territorios tomados por Franco. La noticia de la toma de Bilbao se vivió en el campamento "con histeria, como una tragedia". Entre los niños cundió la desesperación: "Ahora, ya no podremos volver"; "¿qué va a ser de mis padres?...". Semanas después, los niños eran reubicados en colonias por todo el país. Se crearon más de cien hogares, muchos gestionados por comités de voluntarios, por la Iglesia. El Ejército de Salvación jugó un papel fundamental. "Por la tarde no había clases, había actividades extraescolares. Se ponía mucho énfasis en que los niños expresaran sus miedos o ansiedades. Al principio, los niños sólo querían dibujar aviones: pero siempre aviones que arrojaban bombas".

Pero también, en ciertos sectores, los que comulgaban con la causa de Franco, la presencia de los menores empezó a ser molesta. Éstos empezaron a ser vistos como "apestosos hijos de rojos". En una carta, un padre le escribe a su hijo: "Querido hijo: si te preguntan si eres rojo, di llanamente que eres proletario, humano y cristiano. Esos malvados hombres infringen los sagrados mandamientos y nos declaran la guerra; así que, si eso es ser rojo, como nos dicen los asesinos, entonces somos rojos como una amapola; pero somos rojos porque han derramado nuestra sangre, y nuestros cuerpos están manchados del rojo que corre por nuestras venas".

Terminada la guerra, Franco solicitó la repatriación de los niños. Su presencia era embarazosa para el Gobierno británico, empeñado en que Franco no tomara parte en la inminente guerra que se avecinaba. El Ejecutivo de Londres presionó al Comité para los niños vascos. Se acordó que sólo regresarían los menores reclamados por sus padres. Pero estaba el drama de los niños que desconocían el paradero de sus progenitores, unos muertos o fusilados; otros encarcelados. Muchos padres se habían exiliado tras ganar Franco la guerra. Los menores empezaron a regresar, pero el estallido de la II Guerra Mundial frenó su repatriación. Al finalizar aquella, aún quedaban en Gran Bretaña 450 menores. Hubo elecciones, ganadas por los laboristas, "cuyo ministro de Asuntos Exteriores decidió, para nuestra desgracia, que Franco (considerado un baluarte contra el comunismo) debería continuar en el poder". Algunos padres decidieron que sus hijos no regresaran porque no tenían qué darles de comer. "Muchos años después pregunté a mis padres por qué me reclamaron. Me dijeron que no lo habían hecho: no podíamos recibirte en condiciones; nunca firmamos nada. La firma había sido falsificada".

A pesar de todo, los niños vascos acogidos en Gran Bretaña fueron "unos afortunados" y se mostraron muy agradecidos con la solidaridad de ese país. Otros niños, procedentes de otros países con los que hubo repatriaciones forzosas o secuestros, tuvieron menos suerte: una vez aquí "eran internados en orfanatos o devueltos a familias que Franco consideraba adecuadas". Más de 72 años después, los supervivientes de quienes decidieron permanecer en Gran Bretaña (un 10%), permanecen muy unidos y se reúnen todos los años. Como en Gernika, la mayor parte del casco histórico de Southampton fue destruida por los bombarderos alemanes durante la II Guerra Mundial.