Bromata y fuga
Va una: en el desierto de Karoo (Sudáfrica) se encuentra Orania, una ciudad sin negros cuyos blancos habitantes fundaron con el fin de crear una generación de afrikaners puros (descendientes de holandeses con un tulipán en el ojete de nacimiento) que no hayan sido tocados por el mundo exterior -¿les suena?- y evacuar a todos los blancos del país en el caso de que los negros decidan matarlos a todos por "pequeños malentendidos" del pasado. Vale.
Va otra: hace cinco años se descubrió en Borneo una rara especie de hormiga, bautizada como Colobopsis explodens, y cuya característica principal es que explota -literalmente- cuando un enemigo entra en el hormiguero. Rompe las paredes internas de su cuerpo, estalla y libera un líquido tóxico protegiendo a su comunidad. Una característica que solo poseen las hormigas trabajadoras, claro. Existe una casta superior dentro del hormiguero -¿les suena también?- que no explota. Vale, vale.
Va la tercera, que lo estamos dando, lo estamos regalando, oiga: la rumana Ortansa Pascariu tejió un chaleco con su propio pelo, que juntó durante veinte años, conforme a una tradición seguida en su ciudad natal de Stauceni. Si no, dicen los ancianos, es como si las mujeres desecharan su belleza. Pero no se pone el chaleco -¿a que les suena?- porque lo regaló al museo etnográfico local. Vale, vale, vale. Y si no vale les hago un vale que ponga que vale como que vale, ¿vale? Pues vale.
Me siento entre abatido y aburrido (o sea, abatiburrido). Y lo peor de todo es que no tengo a nadie a mano para culparlo de tal estado de ánimo. Yo solito me he metido en este infernal jardín de las chorranews. Una saturación compuesta por miedo y rabia, con una cucharada de tristeza y un pellizco de asco me ha obligado a hacerlo. Así que diré en mi defensa que lo he hecho tratando de huir, por inmersión, de los demoledores titulares de la actualidad más seria: la guerra en Ucrania y sus terribles consecuencias locales y globales; las placas tectónicas jugando a quitar el suelo bajo los pies a turcos y sirios; los casquetes polares convirtiendo sus alrededores en un gigantesco gintonic, pero no potable y además salado. Concluyo que si el cretinismo fuese una patología letal, el último mamut se habría reído mucho viéndonos desaparecer como especie. Eso y que si existe un Día Mundial del Optimismo que no cuenten conmigo para las celebraciones.
Mensaje de WhatsApp de Matías, mi pequeño rompehuevos. Todo eso sumado debería obligarme a poner mi móvil en "modo avión" y tirarlo por la ventana para ver si vuela. Pero mi humor está de tal gris plomo que no tengo nada que perder, así que miro su mensaje.
En Szczecin, ciudad medieval de Polonia, un gato gordo llamado Gacek se convierte en la mejor atracción turística, por delante del Castillo del Duque de Pomerania y el Parque Kasprowicza. Vale. Desconozco el castillo y el parque citados, pero para ver a un gato me voy a casa del vecino y para ver a un gordo me planto ante el espejo. No será turismo, pero es gratis.
Aunque reconozco que la noticia me ha divertido. Sobre todo porque me recuerda a esos trenes grandotes que ha encargado Raquel Sánchez, ministra de Transportes, y que no caben por los túneles cántabros a los que estaban destinados. Es el consuelo que nos queda a los payasos tontos: reírnos de los patinazos del payaso listo, aunque todas las patadas acaben en nuestros culos.
Más en ON
-
Estos son los alimentos procesados 'buenos' que no perjudican a tu organismo
-
Conducción autónoma: a quién culpas si hay un accidente ¿al fabricante, al software o al dueño?
-
Descubre los secretos de las brasas de uno de los mejores asadores de Bizkaia
-
Esta es la forma más sencilla y eficaz de evitar contraer infecciones