La mayoría de los adolescentes reconoce usar las pantallas “demasiado tiempo” (generalmente más de 3 horas al día, y muchos más de 4 o 5 horas al día en tiempo de ocio) y sufren distorsión temporal al utilizar redes sociales, es decir, que acuden para mirar algo y pierden la noción del tiempo. Además, muchos nos dicen que no son capaces de reducir el tiempo de uso, aunque lo intenten.

Por regla general no respetan la privacidad de sus iguales. Es muy habitual compartir información privada de otros, bien sean fotos (vídeos y fotos grupales, memes o stickers con caras de otros…), o información a través de texto o de capturas de pantalla de conversaciones privadas sin pedir permiso.

Entre los alumnos de Secundaria sigue habiendo pocos que aplican las pautas de seguridad en sus cuentas online y sorprende comprobar que son escasos quienes tienen antivirus instalados en sus smartphones, ya que asocian la necesidad de usarlo solamente en ordenadores. Volvemos a comprobar que es falso ese mito de que los adolescentes saben mucho del mundo digital. Realmente el conocimiento que tienen es muy limitado y flaquea notablemente cuando empezamos a profundizar más allá del uso básico de las redes sociales o de los juegos online.

A muchos adolescentes les gustaría ser influencers o famosos en redes sociales; se han creído una de las grandes mentiras de internet: que se puede ganar dinero fácil y rápido. Eso les lleva a una sobreexposición innecesaria para conseguir más likes y seguidores, por ejemplo mostrando sus rutinas diarias, su habitación o su ropa en las historias de Instagram. Ese deseo de ser famosos hace que muchos tengan sus cuentas públicas, y aquellos que las tienen privadas aceptan a desconocidos, con los riesgos que eso implica. También vemos a muchos adolescentes realizando apuestas deportivas online e inversiones en criptomonedas, aunque en teoría para poder hacerlo debamos ser mayores de 18 años.

Muchos de ellos comienzan a construir su autoestima en función de lo que los demás (generalmente desconocidos) piensan sobre sus fotos (principalmente su físico), y la validación ajena de desconocidos influye de forma desproporcionada en sus estado de ánimo. Es muy curioso comprobar la segregación física que comienzan a generar las redes sociales. Muchos de estos jóvenes comienzan a juntarse físicamente en función del número de seguidores que tienen. 

La pornografía en Secundaria es muy habitual. El consumo de porno se hace principalmente desde los smartphones. Muchos profesores ven una obsesión con la pornografía, sobre todo en primero y segundo de Secundaria. También es habitual el intercambio de pornografía entre adolescentes, principalmente usando WhatsApp, a través de mensajes directos y grupos. Entristece comprobar que sigue siendo habitual el sexting entre adolescentes, la acción de compartir material sexual propio con otros menores, algo que no tiene pinta de que se vaya a acabar pronto. Es un tema que los alumnos tratan con absoluta normalidad y sin gran discreción.

La toxicidad está tan asumida que se utilizan términos y palabras despectivas entre amigos sin tener la intención de dañar al otro. No se sorprenden cuando les enseñamos comentarios tóxicos con insultos y faltas de respeto sacados de internet, y creen que si alguien tiene muchos seguidores y está expuesto en redes sociales, es el precio que tiene que pagar.

Los menores desconocen que la ley también se aplica en internet y que muchas acciones que realizan a diario son delitos: insultos, amenazas, acceso a cuentas de otras personas, compartir información privada de otras personas sin permiso, mandar imágenes sexuales de otras personas sin permiso… Se sorprenden mucho de las acciones que son delito y de las consecuencias que tienen, y tenemos la sensación de que muchos adolescentes sufren delitos relacionados con las redes sociales en silencio. 

En general, vemos una falta generalizada de reflexión sobre las vivencias que el mundo digital les ofrece, de la forma en la que las están viviendo y del impacto que el universo digital tiene en sus vidas y en su desarrollo.