El otro Trump
Su mayor baza es su carácter camaleónico, que le ha convertido en un Trump nuevo
Este viernes pasado, cuando Donald Trump presidió las celebraciones habituales de la fiesta nacional del 4 de julio, todo indicaba que se halla en la cúspide de sus éxitos y que la popularidad que le permitió ganar las elecciones hace ahora siete meses continúa viento en popa.
Trump ha conseguido que se apruebe un presupuesto nacional a su gusto, a pesar de una resistencia total por parte de la oposición demócrata que no le dio ni un solo voto, además de los resquemores en sus propias filas republicanas por unas medidas que tal vez puedan debilitar a los legisladores que en poco tiempo han pasado de representar a los más pudientes a las clases populares.
Trump quería tener la ley presupuestaria aprobada para el 4 de julio, algo que tan solo fue posible gracias a los esfuerzos infatigables de sus aliados en el Congreso, quienes tuvieron que negociar con casi una docena de legisladores hasta altas horas de la madrugada de este viernes, para que le concedieran los votos que obtendrían la mayoría.
Mientras esto ocurría, Trump estaba en la famosa feria anual del estado de Iowa, donde lanzó las celebraciones de este 4 de julio, que abre 12 meses de celebraciones del 250 aniversario de los 250 años de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, firmada el 4 de julio de 1856, en plena Guerra de Independencia.
Horas después, cuando los congresistas ya habían aprobado el presupuesto, el presidente había regresado ya a la Casa Blanca donde tuvo la satisfacción de verse rodeado de soldados, miembros de las tres ramas del gobierno y republicanos, así como invitados a pasar varias horas en el jardín de la residencia presidencial y seguir los tradicionales fuegos artificiales con los que se cierra la conmemoración del 4 de julio.
El ambiente festivo y celebratorio daba la impresión de que Trump y su equipo se hallan en la cresta de una ola de aprobación y popularidad, especialmente si contemplamos otros aspectos de la vida política del país: Trump ha derrotado en los tribunales a quienes tratan de oponerse a sus políticas y han fracasado los esfuerzos para frenar sus medidas económicas.
La realidad es mucho más sobria: en el Congreso, el presupuesto se aprobó a calzador, gracias a una mayoría de un solo voto en el Senado, al que tuvo que acudir el vicepresidente Vance para presentar la papeleta decisiva. En la Cámara de Representantes ocurrió lo mismo, pues la ventaja republicana fue de tan solo 4 votos: se habría esfumado si dos de sus congresistas se hubieran unido a otros dos republicanos que votaron con Partido Demócrata para bloquear la ley.
Trump celebró el logro parlamentario y habló de las enormes ventajas que prevé para la economía del país gracias a la nueva ley presupuestaria, pero naturalmente dejó de lado el riesgo de que la gran bonanza que promete no se materializa: faltan 16 meses para nuevas elecciones legislativas y los votantes pueden castigar a su partido si los anunciados beneficios económicos no se materializan.
De momento, los republicanos presumen del buen desarrollo del mercado laboral pues el actual porcentaje de paro -4%- se considera como pleno empleo. Pero es un análisis optimista, pues muchos empleos nuevos han ido a funcionarios que pueden quedarse en la calle de inmediato si se aplican las medidas de ahorro de Trump.
Otro tanto para las clases más humildes, que favorecen ahora a Trump: el nuevo presupuesto contiene medidas para reducir beneficios básicos como la atención médica a los pobres, quienes naturalmente no dudarán en volver al redil demócrata si pierden su cobertura sanitaria -o ven negativamente afectados cualquiera de sus beneficios.
Pero Trump ha superado otras dificultades graves, desde el intento de asesinato del 13 de julio del año pasado, hasta sus candidaturas electorales con casi todos los medios informativos en contra.
Ahora se suma el reto del calendario, pues a sus 79 años Trump es mayor que el expresidente Biden cuando ganó las elecciones de 2020, en que su senilidad era ya visible, mientras que Trump parece inagotable.
Quizá su mayor baza es su carácter camaleónico, que le ha convertido en un Trump nuevo, que dejó atrás el millonario centrado en el golf y las relaciones de alto vuelo, para convertirlo en un populista, defensor de los pobres y dispuesto a usar el lenguaje que aprendió en los andamios de construcción de su padre, que no encaja con las élites culturales que hoy pululan por el Partido Demócrata, al que perteneció durante 9 años antes de pasarse a las filas republicanas.
Sus cambios de partido tienen una larga trayectoria: Republicano, Independiente, Demócrata, retorno a los republicanos, ya sea porque ha cambiado de opinión, o porque se sube al carro que le lleva más lejos.
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