¿Cómo es la nueva Corea del Norte de Kim Jong-un?
Pocos apostaban por la figura de Kim Jong-un cuando heredó el poder tras la muerte de su padre Kim Jong-il en 2011
"Acuerdo de lo más poderoso”. Con esas palabras calificaba Kim Jong-un la alianza militar firmada con Vladímir Putin. Un acuerdo con el que sus suscriptores lanzan un mensaje directo y claro a los Estados Unidos y sus aliados. A su vez, el acuerdo recién firmado beneficia enormemente a ambas partes, pero especialmente al régimen comunista de Pyongyang y, sobre todo, a su líder, Kim Jong-un, convirtiéndole de nuevo en una pieza importante de la Segunda Guerra Fría que estamos viviendo.
Pocos apostaban por la figura de Kim Jong-un cuando heredó el poder tras la muerte de su padre Kim Jong-il en 2011. Su juventud, su peculiar imagen y su marcado excentricismo, pusieron en duda su capacidad de liderar una de las dictaduras comunistas más férreas de la historia. El régimen llevaba desde la caída de la URSS, su principal valedor, sufriendo décadas de hambrunas y escasez. Su ascenso en 2011 al trono de la dinastía norcoreana levantó muchas esperanzas en Corea del Sur sobre el posible colapso del enemigo régimen del norte.
Su padre, Kim Jong-il, fue capaz de sobrevivir al colapso de la URSS. A través de una férrea dictadura, el último país estalinista del mundo, según muchos autores, y una beligerancia total hacia su vecino del sur y su principal aliado, los Estados Unidos, Kim Jong-il fue capaz de jugar sus cartas para que su régimen no colapsase. Más represión y mayor intimidación internacional fueron sus recetas para que la dinastía comunista de Pyongyang sobreviviese a la muerte de cientos de miles de sus súbditos por inanición.
Sin embargo, la apuesta más fuerte de Kim Jong-il a nivel internacional fue la que jugó en la carrera nuclear, un verdadero órdago. En opinión de numerosos expertos fue la invasión de Irak por parte de los Estados Unidos lo que hizo que Kim Jong-il optase por adquirir armamento nuclear. El ejemplo de lo que le ocurrió a Sadam Hussein le enseñó que únicamente la disuasión atómica podría evitar una futura intervención de los Estados Unidos en Corea del Norte. La opción nuclear le valió a Corea del Norte sanciones internacionales, rebajadas en los momentos de apertura hacia el vecino del sur. Esta combinación de momentos de ostracismo y otros de acercamiento a Corea del Sur, permitió a Kim Jong-il lograr traspasar el trono de Corea del Norte a su hijo Kim Jong-un.
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Las dudas que suscitó entre los comentaristas internacionales en sus primeros años de liderazgo político han resultado falsas y Kim Jong-un ha demostrado poseer la capacidad de su padre para manejar la política internacional y doméstica de manera muy inteligente. En el frente interno, Kim Jong-un ha dado muestras de un autoritarismo tan feroz como el de su padre. A pesar de su estética más cercana y sus muestras de sentimentalismo y aspecto jovial, Kim Jong-un posee la misma mano de hierro que su progenitor. La vulneración de derechos humanos sobre la población continúa y su irreductible régimen estalinista no ha sufrido la más mínima apertura. Es más, Kim Jong-un ha reforzado las fronteras con China, poniendo más difícil a los desertores el escapar de la cárcel en la que se ha convertido desde hace décadas el país.
Precisamente sobre el control interno, o su carencia, es sobre el que los analistas hacían hincapié para justificar sus dudas sobre el futuro político de Kim Jong-un. Su aspecto informal y su aparente falta de experiencia, presagiaban supuestamente futuros problemas para manejar el partido único y la pirámide de poder de la nomenclatura norcoreana. Pero en este ámbito, como en otros, a Kim Jong-un no le ha temblado el pulso a la hora de tomar medidas drásticas. No dudó en acabar con la vida de su tío y en mandar asesinar a su hermano en un aeropuerto de Tailandia.
Siguiendo con su familia, ha convertido a su hermana Kim Yo-jong en su mayor aliada, convirtiéndola en una figura de gran poder dentro del régimen. Además, Kim Jong-un se ha atrevido a señalar a su heredera, su pequeña hija de nueve años Kim Ju-ae, dejando de esta manera zanjada la cuestión de la sucesión. Parece, por tanto, que todos los resortes del poder están sujetos firmemente por el líder supremo y su hermana. Pero es en el ámbito internacional dónde Kim Jong-un parece haber logrado sus mayores éxitos. Igual que su padre, ha sido capaz de alternar etapas de apertura y acercamiento a sus enemigos con momentos de máxima confrontación y de cuasi enfrentamiento militar. Entre los tiempos de mayor apertura, su reunión con Donald Trump en la misma línea desmilitarizada que separa a las dos Coreas, se convirtió en un encuentro histórico que hizo presagiar una reconciliación entre los dos países de la península oriental. Sin embargo, estas esperanzas resultaron ser infundadas en el siguiente encuentro internacional celebrado en Hanoi.
A pesar de no haber logrado acuerdo alguno, la visita del presidente Trump fue un auténtico hito y una victoria de Pyongyang, que había logrado atraer a todo un presidente americano a Corea del Norte, haciéndole incluso traspasar la frontera entre las dos Coreas. Kim Jong-un logró así ponerse en primera plana internacional, y una vez consumado el acercamiento con los norteamericanos tocaba volver al enfrentamiento. Para ello, el líder norcoreano echó mano de una de las pasiones de su padre, los misiles balísticos.
La carrera nuclear norcoreana
Los comienzos de la carrera nuclear norcoreana, y de los misiles necesarios para su lanzamiento fueron respondidos con sonrisas sarcásticas por parte de sus potenciales enemigos. Sin embargo, la evidente mejora de los misiles, el rearme y, sobre todo, el aumento de la retórica belicista respecto al sur, ha hecho que Corea del Norte vuelva a las primeras páginas de los medios convertido de nuevo en una amenaza global.
El 31 de diciembre, Kim Jong-un urgió a su país a la preparación ante una futura guerra con Seúl, negando así cualquier posibilidad de reconciliación entre las dos Coreas. Anunció también el lanzamiento de tres satélites espías, el reforzamiento de su poderío nuclear y la necesidad de apostar por los drones para su ejército. Toda una declaración de intenciones que no ha hecho más que elevar la tensión con el sur coreano.
Preocupación entre los aliados
Pero no es solo Corea del Sur la que está preocupada. Los aliados de Estados Unidos en la zona, tanto Japón como Filipinas, muestran temor ante una Corea del Norte que vuelve a afilar sus dientes. Pyongyang ha entendido claramente la importancia geoestratégica de la zona. Según muchos expertos el Indo-Pacífico es la región en la que se concentrará el poderío económico y tecnológico del futuro y donde se halla Taiwán, la isla en la que los dos competidores por la hegemonía mundial, China y Estados Unidos, hipotéticamente se pelearán por ser los dominadores del mundo.
Una apuesta clara por la región Indo-Pacífica ha hecho que los Estados Unidos abandonen Oriente Medio para concentrar sus fuerzas en ella y, aprovechando la circunstancia, Corea del Norte no ha dudado en hacerse valer en tan importante contexto volviéndose una fuerza hostil e impredecible, que juega con su capacidad militar y su imprevisibilidad a mantener en vilo incluso a su propio aliado, China, incapaz de manejar a su gusto a un régimen tan voluble y volátil como el norcoreano.
Además del espacio regional más próximo, Kim Jong-un también ha sido capaz de utilizar otros escenarios como el ucraniano. El abastecimiento de artillería pesada por parte de la dictadura norcoreana ha sido clave para que Moscú haya sido capaz de mantener el frente, lograr avances, e incluso tomar la iniciativa estos últimos meses de guerra. Se habla de más de 10.000 contenedores con más de cuatro millones de proyectiles de artillería pesada que habrían sido enviados por barco al frente ucraniano, principalmente, proyectiles de 152 mm y munición para lanzacohetes de 122 mm.
La eficacia de las armas probadas en el escenario ucraniano ha servido a Kim para acabar con las críticas sobre la supuesta obsolescencia tecnológica del arsenal norcoreano. Históricamente infravalorado por ser muy rudimentario, la aportación militar de Pyongyang no solo ha servido para mantener a Rusia en pie e incluso en facilitarle volver a tomar la iniciativa, sino también para, en comparación a la escasez de artillería europea, demostrar que el arsenal de Corea del Norte puede ser importante en un escenario de guerra próximo.
Lo que más preocupa, en cambio, es cómo pagará Rusia ese esfuerzo militar, ya que esta deuda no se puede quitar con un trasvase de tecnología militar. Un trasvase de este tipo podría suponer en lo militar un salto cualitativo para el régimen norcoreano en un momento en el que su audacia y beligerancia aumentan día a día, como demuestran las recientes infiltraciones de soldados norcoreanos en la zona surcoreana de la frontera, frontera en la que Pyongyang está levantando muros que hacen elevar las sospechas y el temor respecto a las intenciones futuras de Kim. Todo ello, sin contar el anuncio del envío de un contingente de soldados norcoreanos al frente ucraniano para luchar junto a los rusos, intervención que supondría un auténtico hito en la historia de Corea del Norte.
Lo que está claro es que Kim Jong-un ha vuelto a poner a Corea del Norte en el mapa geopolítico, convirtiéndolo en una potencia desequilibradora del tablero internacional. Kim, al igual que su padre, ha sabido leer los signos de los tiempos, adecuando su estrategia a esta nueva guerra fría en la que esta entrando el mundo. Al igual que su abuelo Kim Il-sung firmó su alianza con la URSS en 1961, Kim Jong-un ha sellado una alianza militar con Rusia, mandando un mensaje sobre todo a su principal enemigo los Estados Unidos, pero también a su gran aliado, China.
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