Con la campaña presidencial ya casi a plena marcha, los dos bandos parecen apoyarse en cuestiones muy distintas: si los republicanos confían en los números para poner a su candidato en la Casa Blanca, los demócratas parecen poner toda su carne en el asador legal, a base de perseguir e incluso tratar de encarcelar a su rival, el expresidente Donald Trump.

La campaña de Biden ha empezado a lanzar mensajes de socorro a diestra y siniestra, donde lo que más sorprende es la “diestra”, pues los reciben ahora incluso muchos votantes sin afiliaciones demócratas y que incluso podrían votar por Trump: “Mi candidatura está en peligro”, dice el demócrata Joe Biden, quien repite sus fulminaciones y advertencias contra el riesgo de poner a una nueva versión de Hitler al frente del timón de la política norteamericana.

Los seguidores de Trump se concentran por el momento en superar la avalancha de casos legales lanzada por diferentes fiscales del Partido Demócrata quienes, durante su campaña electoral de hace más de dos años, (en este país muchos cargos jurídicos como jueces o fiscales, son elegidos) ya prometieron a los votantes que llevarían al ex primer mandatario a los tribunales para cerrarle el camino.

Y ciertamente lo han conseguido, porque Donald Trump es el primer presidente norteamericano que ha de sentarse en el banquillo. Además, ha de hacerlo en plena campaña con lo que la imagen que reciben los electores no es la de un político rodeado de masas entusiastas como ocurrió años atrás, sino de un personaje exasperado que pasa horas escuchando testimonios en su contra.

Una campaña centrada en la justicia

Ciertamente, si consiguen condenarlo, los demócratas harán más difícil la reelección de Trump, pero no tienen garantías de que Biden ganará los comicios de noviembre: entre los simpatizantes de Trump, las acusaciones equivalen a una caza de brujas, entre los independientes pueden provocar simpatías que favorecen a un acusado contra el que han lanzado todo el peso de interpretaciones novedosas de leyes diversas. Entre los seguidores de Biden las acusaciones tienen poca importancia porque en ningún caso iban a apoyar a Trump.

Varias encuestas indican que, incluso entre simpatizantes de Trump, muchos le negarán el voto si los tribunales le condenan por algún delito, pero el contraste entre el trato que recibe el hijo del presidente Joe Biden –quien ha abusado repetidamente de los contactos de su padre, ha cometido delitos y se ha enriquecido gracias a la venta de influencias– y la persecución sistemática de que es objeto Donald Trump, puede redundar fácilmente en favor del expresidente.

Así las cosas, la candidatura del presidente Biden cada vez parece más supeditada a los éxitos de su Departamento de Justicia en perseguir –si es posible condenar y si no lo es, al menos desacreditar– a su rival político. Es una campaña novedosa, porque hasta ahora las elecciones se habían centrado en el carácter o las promesas de los candidatos y no en sus problemas con la Justicia.

A Donald Trump le puede ayudar nuevamente el Tribunal Supremo, donde hay una gran reticencia a abrir la puerta a lo que puede convertirse en un futuro torrente de denuncias contra candidatos presidenciales, como podría ocurrir en cualquier república bananera.

El primer tribunal, compuesto por nueve magistrados con cargos vitalicios, tiene una amplia mayoría republicana de seis a tres lo que probablemente redundará en beneficio del expresidente. Más aún, porque en su última sentencia favorable a Donald Trump, el voto fue unánime y ahora hay señales de que los magistrados se muestran partidarios de dar una inmunidad amplia a los presidentes por sus acciones durante su mandato.

La economía no va viento en popa

Aún así, no parecen inclinados de momento a considerar todas las demandas de Trump ni aceptar todos sus argumentos, que se reducen a pedir una inmunidad absoluta. Pero cualquier intervención del máximo tribunal, a poco más de medio año de los comicios, habría de beneficiar a Trump porque el proceso quedaría paralizado durante meses, hasta después de las elecciones.

Trump y su equipo confían en que toda la publicidad negativa de sus acusaciones quede compensada por la sensación de injusticia y abuso de poder entre sus seguidores. Pero más aún confía en los números: por mucho que la Casa Blanca diga lo contrario, la economía no va viento en popa, pues las últimas cifras del PIB muestran un crecimiento de tan solo el 1,2%, menos de la mitad del 3,4% del trimestre anterior y el nivel de inversiones es modesto, lo que da argumentos económicos a Trump.

Como las elecciones se ganan frecuentemente por el bolsillo, el mejor recurso para la campaña de Biden sigue en los tribunales, con jueces y fiscales elegidos del Partido Demócrata. Si este último recurso falla y Trump mantiene su ventaja en las encuestas, siempre les queda a los demócratas la posibilidad de librarse de Joe Biden durante su convención de agosto y sustituirlo por un candidato que evidencie mejor posesión de sus facultades.