Frente a la reñida carrera electoral que auguraban los sondeos, los comicios del martes en Israel confirman que el ex primer ministro Benjamín Netanyahu reconquista el poder con el sólido respaldo de Sionismo Religioso, partido de ultraderecha populista, racista y antiárabe, aupado como tercera fuerza política que puede hacer tambalear los cimientos democráticos del país.

“Israel ha vivido un giro ideológico. Hace tiempo que el centro del arco político se ha desviado a la derecha. La división tradicional de izquierda o derecha, basada fundamentalmente en su posición sobre la cuestión palestina o la solución de los dos Estados, ya no existe”, apunta el investigador del Instituto para la Democracia de Israel (IDI), Ofer Kenig, sobre la derechización del país.

Récord de escaños

Los resultados consolidan un récord de 82 escaños para partidos de derecha, independientemente de si se ubican en el bando pro Nentayahu –Likud (32), Sionismo Religioso (14) y los ultraortodoxos Shas (11) y Judaísmo Unido de la Torá (8)– o en el bloque anti Netanyahu, que alberga a la coalición de centro-derecha Unidad Nacional (12) y a los ultranacionalistas laicos de Israel Nuestro Hogar (5).

El bloque pro Bibi, como le llaman sus seguidores, aglutina una holgada mayoría para gobernar de 65 escaños en una Knéset (Parlamento israelí) de 120. El bando contrario, liderado por el actual primer ministro en funciones, el centrista Yair Lapid, se queda lejos con 50 diputados, lastrado por la debacle de sus socios de izquierda, que logran el peor resultado de su historia.

“Ahora la división es entre los que abogan por un Israel como democracia liberal o los que defienden un Estado judío, populista y nacionalista. La derecha liberal es cada vez más pequeña en Israel en favor de la derecha religiosa ortodoxa y conservadora”, matiza Kenig.