El funeral de Estado en memoria del ex primer ministro japonés Shinzo Abe se celebró este martes en Tokio con la presencia de unos 4.300 asistentes, pero ante un país dividido sobre el polémico evento, que ha sido financiado con dinero público.

Las exequias empezaron pasadas las 14.00 hora local (5.00 GMT) en el pabellón Nippon Budokan de la capital nipona tras el traslado allí de la urna con las cenizas de Abe, en una ceremonia en la que intervinieron varias figuras políticas en recuerdo del mandatario, se proyectaron vídeos e hicieron ofrendas florales.

El portavoz del Ejecutivo, Hirokazu Matsuno, dio comienzo formal a la ceremonia en el pabellón, decorado para la ocasión con un retrato gigante de Abe y con arreglos florales que simbolizan las montañas de Japón, tras lo cual sonó el himno nacional y se observó un minuto de silencio.

"Abe, eres una persona que debería haber vivido mucho, mucho más", dijo el primer ministro nipón, Fumio Kishida, durante su alocución. "Como brújula para Japón y para el resto del mundo, habrías trabajado 10... no, 20 años más", añadió al recordar el asesinato del exmandatario tras ser disparado en un mitín el pasado 8 de julio.

Entre los participantes, acudió la viuda de Abe, Akie, que estuvo visiblemente emocionada durante el mismo, así como dignatarios extranjeros, unos 700, entre los que se encontraban la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris; el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero; o el primer ministro indio, Narendra Modi.

También se desplazaron a la capital nipona la primera dama de Colombia, Verónica Alcocer, los cancilleres de México, Panamá, Honduras y El Salvador, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, o el presidente del Senado español, Ander Gil.

UN JAPÓN DIVIDIDO

Durante la mañana de hoy, miles de personas se acercaron hasta el parque Kudanzaka de Tokio para ofrecer flores en memoria del ex primer ministro, guardando cola durante varias horas para dar su último adiós al mandatario más duradero del Japón democrático por su gobierno entre 2012 y 2020.

Uno de los primeros en depositar flores fue Yoshihiro Hayasaka, un tokiota de 53 años, que guardó cola durante dos horas para presentar "respetos y condolencias como ciudadano por un primer ministro que trabajó por el país y murió en estas circunstancias", dijo a Efe tras hacer su ofrenda.

A menos de tres kilómetros de ese punto, otro millar de personas se manifestaba en el parque de Hibiya para pedir que se frenara el funeral "inmediatamente" y criticar el perfil militarista y el legado político de Abe.

"Estoy de contra del funeral de Estado de quien sea, porque es una violación de la democracia", dijo Shimasaki Kobae, un jubilado que acudió a la manifestación y añadió que Abe es responsable de "destruir la democracia" en el país asiático.

Las manifestaciones en contra de la celebración del funeral de Estado por Abe se han ido intensificando conforme se acercaba la fecha y según una reciente encuesta de la cadena estatal NHK, más de la mitad de los japoneses eran contrarios a la celebración del mismo.

El de Abe ha sido el segundo funeral de este tipo en el Japón de posguerra desde el dedicado en 1967 a Shigeru Yoshida y ha tenido un coste de al menos a 1.649 millones de yenes (unos 11,8 millones de euros), según cifras del Gobierno nipón.

DIPLOMACIA DE CONDOLENCIAS

Kishida ha aprovechado el encuentro para llevar a cabo lo que los medios locales definen como "diplomacia de condolencias" y ha mantenido encuentros bilaterales con Harris, Modi y Michel, entre otros, con el objetivo de fortalecer las relaciones con sus respectivos países y regiones.

Tanto el ministro de Exteriores británico, James Cleverly, como Modi aprovecharon su visita a Tokio para ensalzar la figura de Abe, y su importante legado diplomático, que esperan poder continuar con el actual primer ministro, de un perfil menos internacional.

Abe murió el 8 de julio a los 67 años tras se disparado mientras daba un discurso frente a una estación de tren de la ciudad de Nara, en el oeste del país, en un acto electoral. Su familia ya había celebrado unas exequias privadas en el templo budista Zojoji de Tokio ese mes que congregaron a miles de personas en el área, y a miembros de su partido, la oposición y diplomáticos.