El miércoles 14 de septiembre nos despertamos con un mensaje de alarma del rector de la universidad: las clases y el resto de las actividades en el campus debían ser canceladas debido al alto grado de contaminación atmosférica. La causa se hallaba 60 millas al suroeste, muy cerca del lago Tahoe, donde en los últimos diez días han ardido 70.000 acres de bosque (280 km2). Se trata del Mosquito fire, un incendio forestal que está avanzando hacia el este a una velocidad de 3.000 hectáreas al día. Este fuego, apodado “el infierno”, está arrasando el bosque de Eldorado en las estribaciones de la Sierra Nevada y se ha convertido ya en la hoguera más destructiva de 2022 en California. Durante los primeros nueve días, más de 4.500 personas habían sido evacuadas y otras 11.500 se hallaban en estado de alerta. El fuego había destruido 64 edificaciones, y otras 4.300 estaban en peligro.

Controlado un 20%

A pesar de las dificultades para acceder al terreno, más de 3.000 bomberos y personal auxiliar están patrullando, limpiando y asegurando las líneas de contención al sur y al este del incendio, que es donde se hallan las pocas áreas pobladas de la zona. Tras casi dos semanas de trabajo sólo se ha logrado controlar en un 20%. Paralelamente, las patrullas de bomberos siguen provocando fuegos estratégicos para evitar que el fuego se filtre en el terreno escarpado y accidentado a través del cual avanzaría con más facilidad y a mucha mayor velocidad y, evitando asimismo que los escombros en llamas rueden, caigan o vuelen más allá de las líneas de contención y provoquen nuevos focos de fuego.

Pero no ha sido tanto el fuego, sino los monstruosos pirocúmulos que se elevan hasta doce kilómetros sobre las ascuas lo que ha llamado la atención de los bomberos, y lo que ha provocado la alarma. Es un fenómeno propio de los incendios de sexta generación: Tienen la capacidad de cambiar la meteorología a su alrededor generando tormentas secas, imprevisibles y tremendamente voraces. No en vano la Organización Mundial de Meteorología las ha catalogado de cumulus flammagenitus o nubes generadoras de fuego. Cuando los pirocúmulos alcanzan la tropopausa (a unos 12 kilómetros de altura en esta latitud), no pueden ascender más y se desplazan empujadas por el viento, extendiendo el foco inicial más allá de su origen. Cuando el equipo de Alan Brewer de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica voló a través de la columna de humo afirmó que “era como volar a lo largo de la pared del Gran Cañón”.

Contaminación del aire

Otro problema propio de estas masas de humo es el de la contaminación del aire. Los vientos del suroeste han favorecido a las comunidades de Volcanoville road, situadas al sur de los focos de fuego, porque han empujado las llamas lejos de sus casas. Pero mientras estos fuertes vientos continuarán expulsando humo y generando espacios de aire limpio en el área afectada por el incendio, arrastran una inmensa nube tóxica sobre las ciudades al este del lago Tahoe. El sistema de monitoreo de la calidad del aire mostraba el miércoles por la mañana bolsas de contaminación “muy peligrosas” en el área metropolitana de Reno, Carson City, Grass Valley, Truckee y el lado norte del lago Tahoe.

El miércoles por la mañana el distrito escolar del condado de Washoe canceló las clases en todas las escuelas debido a la escasa calidad del aire, y lo propio hizo la Universidad de Nevada. Los niveles saludables del índice de calidad del aire (AQI) se sitúan entre 0 y 50, y entre 301 y 500 los niveles extremadamente peligrosos para la salud; el observatorio de Truckee (California) registraba el jueves niveles astronómicos de hasta 824, terriblemente tóxicos. De hecho, se trataba de los peores niveles a nivel mundial para ese día. Los niveles en los diversos observatorios de Reno se situaban entre 300 y 460. Durante unos días, Mosquito fire ha logrado que el aire de la zona comprendida en el corredor por el que penetra el aire de California en el Oeste sea el más contaminado del mundo. Las consecuencias directas han sido alertas sanitarias y condiciones de emergencia, pero existen otros peligros: el humo de los incendios forestales altera los ecosistemas lacustres.

Impacto

Investigadores de la Universidad de Nevada, Reno (UNR), han estudiado el impacto de los grandes incendios forestales de 2018 en los lagos de la zona. En el verano de 2018, el humo de seis devastadores incendios forestales cubrió Castle Lake, al oeste del magnífico monte Shasta, durante 55 días y ello generó un cambio significativo en la biología, la química y la dinámica física del lago.

Las columnas de humo tienen el potencial de enfriar la superficie de la tierra o del agua al reducir la cantidad de radiación solar. El humo de los incendios forestales de 2018 fue tal que hizo disminuir la temperatura del agua de doce ríos y arroyos ubicados en la cuenca baja del río Klamath, en el norte de California.

Los lagos y ríos de montaña son muy sensibles a los cambios de la luz ultravioleta y visible, y a los cambios de la temperatura del agua. Tal como expresó Facundo Scordo (UNR), pequeñas alteraciones en la temperatura del agua y la luz pueden alterar el suministro de alimentos para diversos tipos de peces. Por ejemplo, el humo afectó la producción de algas de aguas profundas en los lagos, provocando su disminución. Sin embargo, en las aguas poco profundas del lago, la producción de algas aumentó en un 109% debido a la reducción de la luz ultravioleta y la posible fertilización de nutrientes por el humo.

La temporada de incendios de 2020 resultó ser aún más nociva: Más de 10 millones de acres quemados en California 2,5 veces que en 2018. Esto supuso casi 40.500 km2de terreno calcinado, la superficie de Suiza, o dos Euskal Herrias. Tal como expresó Steve Sadro, de la Universidad de California, Davis, la vida es un complejo e intrincado ecosistema y la vida en un mundo con un mayor riesgo de incendios forestales y emisiones de humo va a presentar nuevos y difíciles retos ecológicos en las próximas décadas. Sudeep Chandra, profesor del departamento de biología de UNR y director del director del Ozmen Institute for Global Studies, afirmó que “así como las partículas diminutas del humo y la contaminación del aire afectan la capacidad de respirar de un ser humano, el humo de los incendios forestales afecta la forma en que respiran los lagos, la producción de plantas en la base de la cadena alimenticia y el comportamiento de los animales”.

El cuarto incendio

Hasta la fecha, 50.691 incendios forestales han quemado 27.185 km2en los Estados Unidos, muy por encima del promedio de los últimos diez años de 43.087 incendios y 24.359 km2 quemados. Mosquito no es por el momento sino el cuarto de los incendios de 2022, tras el colosal Double Creek (que arrasó 609 km2 en Oregon), Moose (525 km2en Idaho) y Cedar Creek (364 km2 asolados en Oregon). Los incendios forestales están modificando los ecosistemas terrestres y acuíferos a cientos de millas de distancia, y su impacto permanece mucho después de que el humo haya desaparecido del aire. Debemos apoyar los esfuerzos de los equipos científicos que estudian, cuantifican y explican la dinámica de los ecosistemas de los cuales los humanos formamos parte. Agua y aire limpios son dos de los constituyentes básicos de nuestro bienestar, y supervivencia; somos lo que bebemos y lo que respiramos.